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Notas para una historia ambiental de la salud Historia Ambiental Latinoamericana y Caribeña ( Halac) revista de la Solcha

Contenidos en materia de historia ambiental para el campo ambiental del posgrado
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Educación Ambiental

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ISSN: 2237-2717 Register Login

Notas para una historia ambiental de la salud

2020-03-

Diego Rivera, A História da Medicina, afresco (1953)

Notas para una historia ambiental de la salud

Guillermo Castro Herrera*

“Desde que el lenguaje permitió que la evolución cultural humana incidiera sobre procesos antiquísimos de evolución biológica, la humanidad ha estado en condiciones de alterar los más antiguos equilibrios de la naturaleza de la misma manera que la enfermedad altera el equilibrio natural en el cuerpo de un huésped.[...] Desde el punto de vista de otros organismos, la humanidad se asemeja así a una grave enfermedad epidémica, cuyas recaídas ocasionales en formas de conducta menos virulentas nunca le han bastado para entablar una relación estable y crónica”. William McNeill, Plagas y Pueblos, 1976

El problema

El ambiente constituye un tema de creciente importancia en el debate sobre la salud pública en nuestro tiempo. Aun cuando las expresiones más visibles de ese interés tienden a ubicarse en torno a problemas como el de las enfermedades infecciosas emergentes, también empiezan a manifestarse con respecto a otros riesgos de malestar, enfermedad y muerte que desbordan la concentración tradicional en los temas de agua, saneamiento y disposición de deshechos. Esto obliga a considerar los problemas de la salud en el marco de un proceso de desarrollo desigual y combinado que opera a escala planetaria desde hace al menos doscientos años, y que en los albores del siglo XXI ha venido a desembocar en una crisis civilizatoria, cuya expresión más visible se encuentra en la combinación de crecimiento económico sostenido con deterioro social y degradación ambiental constantes.

Hoy, en efecto, esa degradación ambiental global se despliega a partir del efecto combinado y sinérgico de factores como la intensicación de la variabilidad climática; la rápida erosión de la biodiversidad – expresada en la extinción de especies tanto silvestres como domésticas-; la pérdida generalizada de ecosistemas vitales; una contaminación sin precedentes – que incluye además una inmensa variedad de contaminantes articiales-; un incremento de la población humana que nos ha llevado de un billón a más de siete billones de personas en apenas dos siglos, y un proceso de urbanización que, en el mismo período, a elevado de 5% a más del 50% - 70% en nuestra América - el porcentaje de los humanos que residen en áreas urbanas, y un incremento sin precedentes del consumo y los desechos de mediados del siglo XX acá.[1]

En esta perspectiva, si se entiende a la salud como aquella situación deseable de bienestar físico, mental y social a que se reere la conocida denición de la OMS, y se acepta además que ese bienestar humano se logra - o no - en el seno del ambiente forjado y transformado por nuestra especie en su interacción incesante con su entorno, resulta evidente que el estado de la salud es un indicador de la calidad de las relaciones que mantiene la especie con el medio natural del que depende su existencia. El ambiente, además, constituye el ámbito por excelencia de interacción entre la salud, en tanto producto del

sociales y ecológicas vinculadas a las relaciones entre los humanos y los microparásitos responsables por las enfermedades infecciosas.

Este fue, por ejemplo, el tema central de Plagas y Pueblos, un texto clásico en este campo, del historiador norteamericano William H. McNeill.[5] Allí, el autor, - tras señalar que, sin duda, “una comprensión más plena sobre el sitio en perpetuo cambio de la humanidad en el equilibrio de la naturaleza debería ser parte de nuestra comprensión de la historia”[6] - se propone

dejar al descubierto una dimensión de la historia humana que hasta ahora no ha sido reconocida por los historiadores: la de los encuentros de la humanidad con las enfermedades infecciosas y las consecuencias de largo alcance que se produjeron cada vez que los contactos a través de la frontera de una enfermedad distinta permitieron que una infección invadiera una población carente de toda inmunidad contra sus estragos.[7]

McNeill parte del hecho de que los humanos pudieron poblar el planeta entero “porque aprendieron a crear micromedios idóneos para la supervivencia de una criatura tropical en condiciones muy diversas”. A artir de allí, examina las relaciones de conicto y coevolución entre nuestra especie y sus microparásitos a lo largo de un proceso de expansión en el cual “la adaptación y la invención culturales disminuyeron la necesidad de un ajuste biológico a medios diversos, introduciendo así un factor fundamentalmente perturbador y continuamente cambiante en los equilibrios ecológicos que existían en todas las partes de la tierra”.

En esa perspectiva, McNeill aborda además, la interacción entre ese microparasitismo natural, y el macroparasitismo social que se expresa en las relaciones de opresión y explotación de unos grupos humanos por otros a lo largo del proceso de surgimiento y desarrollo de las civilizaciones humanas. La civilización, en efecto, – con sus características de sedentarismo y aumento del número de los humanos y de la densidad de sus asentamientos, sostenido por la ampliación selectiva de su familia ecológica, animal y vegetal; el incremento del macroparasitismo, y el intercambio constante entre grupos humanos distantes – crea condiciones que favorecen la inserción permanente de agentes de enfermedad infecciosa en las sociedades humanas, y la coevolución de ambas.[8]

A lo largo del proceso emerge así un panorama en el que el estado general de salud de poblaciones enteras contribuye a modelar sus alternativas de relación y acción, tanto frente al mundo natural como ante otras sociedades, y en lo que toca a su propio desarrollo social y material. En este sentido, Plagas y Pueblos se inscribe en aquel campo de reexión a que se refería Federico Engels cuando armaba que, si habían sido necesarios miles de años “para que el hombre aprendiera en cierto grado a prever las remotas consecuencias naturales de sus actos dirigidos a la producción, mucho más le costó aprender a calcular las consecuencias sociales de esos mismos actos”. [9] Y lo hace de un modo en el que, a más de veinte años de su primera edición, mantiene abierto el desafío de llegar a entender en toda la

complejidad de sus vinculaciones la relación entre la sociedad, la salud y el medio ambiente en el mundo contemporáneo.

En lo inmediato, por ejemplo, aún está pendiente una comprensión más acabada de los vínculos entre nuestra civilización y las enfermedades degenerativas asociadas a la contaminación y el deterioro ambiental masivo, o aquellos otros entre la inequidad social y el incremento de males como la depresión, las dependencias, la violencia como medio de relación social o la desesperanza aprendida a escala de grupos sociales completos. Pero, en un  tiempo más largo y de mayor densidad sustantiva, también está pendiente la tarea de comprender en qué medida, y por qué vías, los problemas de salud de nuestra civilización pueden ser vinculados a las consecuencias de los “actos dirigidos a la producción” que la sustentan, y que seguirán operando mientras no se modiquen las condiciones sociales y ecológicas que las sustentan.

Hoy, la complejidad de esa relación se expresa en la comprensión del papel del deterioro social y la degradación ambiental en la salud de la enorme multitud que hemos venido a ser. Esto nos obliga, una vez más, a trascender las tentaciones de la especialización tecnocrática, tan característica de nuestra cultura, para acercarnos a una visión nuevamente ecuménica, que facilite el enfoque sistémico y el trabajo interdisciplinario que demanda la comprensión y el manejo de los problemas de la salud de nuestro tiempo.

La historia, en particular, puede enseñarnos a preguntar, más que a responder. Y, en este caso, las verdaderas preguntas a plantear no son tanto las que se reeren a las tareas de reorganización de la naturaleza que deben ser cumplidas para garantizar la salud de los como aquellas otras que tienen que ver con la reorganización de sus relaciones sociales de un modo que permita enfrentar con éxito la tarea urgente de hacer sustentables nuestras relaciones con el mundo natural.

Un programa de trabajo

Un programa de trabajo adecuado para abordar a la salud en su historicidad - esto es, en su socialidad -, y para facilitar la apropiación social de este modo de producción de conocimiento-, debería atender a tres objetivos fundamentales. En primer lugar, necesitamos conocer mucho mejor las experiencias históricas de interacción entre las sociedades, el ambiente que producen y la salud de sus poblaciones. El papel fundamental aquí corresponde al estudio de casos particulares que enriquezca el marco de referencia general para el abordaje de los problemas inherentes a estos vínculos en sociedades como la de Panamá, donde – y sobre todo a lo largo del siglo XX – el complejo militar – industrial que fuera conocido como Zona del Canal articuló en torno a sí, y a los intereses de la potencia que lo administraba y su clientela local, modalidades de desarrollo humano que iban desde los linderos del neolítico hasta los de la economía de plantación y de la sociedad de consumo, con consecuencias sanitarias aún pendiente de estudio.

naturaleza que nos rodea es en una importante medida el resultado de prolongadas intervenciones humanas en los ecosistemas que la integran. En segundo, que nuestras ideas acerca de esa naturaleza y su utilidad están socialmente determinadas de múltiples maneras. Y, por último, que los problemas ambientales de la actualidad se originan en el uso que las sociedades humanas han hecho de los ecosistemas en el pasado.

De este modo, la historia ambiental facilita la construcción de un marco conceptual adecuado para abordar la relación salud – ambiente - desarrollo humano en su doble dimensión de estructura (espacial) y proceso (temporal), incorporando los aportes de otras disciplinas – como la historia médica, o la epidemiología histórica, por ejemplo – en la tarea de transformar el tiempo cronológico de la enfermedad y la muerte en el tiempo histórico de la salud. Con ello, dispondremos de una visión mucho más ordenada del del devenir que facilite comprender la experiencia humana en materia de producción de salud, y aprender de ella.

Este marco común facilitará y estimulará el abordaje interdisciplinario de problemas característicos de nuestro presente y nuestro futuro previsible, como los relativos a las enfermedades infecciosas emergentes, al incremento de la incidencia de las enfermedades degenerativas, y a la gestión de la salud en el marco de la combinación de crecimiento económico incierto, inequidad social persistente, degradación ambiental constante y deterioro institucional creciente que caracterizan a la transición civilizatoria en que nos encontramos.

Hoy estamos ya inmersos – sepámoslo o no, querrámoslo o no - en el proceso de crear las estructuras de larga duración en torno a las cuales se articularán las relaciones entre la salud, el ambiente y el desarrollo futuro de nuestra especie.[13] Por lo mismo, debe ser evidente la necesidad de examinar de manera más prolija y productiva las vías por las que hemos llegado a los riesgos y las oportunidades que nos presenta nuestra circunstancia.

(Algunos) problemas y perspectivas

La historia aborda el pasado a la luz – o las sombras – de las preocupaciones que nos inspira el futuro. Por lo mismo, la mayor contribución de la historia ambiental en este terreno consiste en enriquecer el conocimiento y debate de la situación y las tendencias de salud en las primeras décadas del siglo XXI, y de las opciones previsibles en su desarrollo futuro. Aquí, la historia ambiental puede aportar nueva evidencia sobre los riesgos inherentes a una visión de la salud centrada en las posibilidades de control que ofrece la tecnología médica y sanitaria, antes que en las oportunidades (y los riesgos) de una participación social amplia, activa y bien informada en la producción de las condiciones fundamentales que demanda el bienestar de nuestra sociedad en un mundo en transformación.

En esa perspectiva, el predominio de una visión de la salud como un estado de ausencia de enfermedad en el individuo limita la demanda de un estudio de la salud como creación colectiva. Por lo mismo, un

programa de trabajo para la adecuada comprensión de los vínculos entre la producción social del ambiente y la de la salud debe contribuir tanto a crear esa demanda como a formar a los futuros investigadores que le darán respuesta. Pero, sobre todo, este programa será viable en la medida en que sea útil, esto es, en cuanto contribuya a plantear en nuevos términos la aspiración irrenunciable de lograr, en Panamá como en toda la América nuestra, un desarrollo humano capaz de ofrecer salud para todos, con todos y para el bien de todos, en los términos en que lo exige el mundo que emerge con el siglo nuevo.

Instituto Conmemorativo Gorgas de Estudios de la Salud, Panamá. Ciudad del Saber, Panamá, Marzo 2020


  • Panamá, 1950. Doctor en Estudios Latinoamericanos, UNAM, 1995. Asesor Ejecutivo, Fundación Ciudad del Saber, Panamá, gcastro@cdspanama..

[1] mahb.stanford/. Traducción de Guillermo Castro H.

[2] O, si e quiere, una suerte de interfase entre la biosfera y la noosfera, en el sentido en que Vladimir Vernadsky utilizaba esos términos. Al respecto, por ejemplo: Vladimir Vernadsky, Vladimir: “The Transition From the Biosphere To the Noösphere.” Excerpts from Scientic Thought as a Planetary Phenomenon, 1938. Translated by William Jones. 21st CENTURY Spring-Summer 2012

[3] Epstein, Paul, 1997 “Climate, ecology, and human health”. Consequences: Volume 3, Number 1, 1997, 1.

[4] Worster, Donald, 1996 “The two cultures revisited. Environmental history and the environmental sciences”, en Environment and History, Volume 2, Number 1, February 1996. Traducción. GCH.

[5] McNeill, William, 1984 (1977): Plagas y Pueblos. Siglo XXI de España, 1984.

[6] Op. Cit., p. 5

[7] Ibid., p. 3

[8] De este modo, civilización y enfermedad promueven y sostienen un incesante proceso que apunta a la unicación microbiana de Eurasia, primero – sobre todo entre el 500 a. y el 1400 d. -, y del mundo, después, en una fase que se inicia con la conquista europea de América, se amplía con el intercambio de esclavos y microparásitos entre África y el Nuevo Mundo, después, y culmina con la expansión de esas relaciones de coevolución y conicto a escala del sistema mundial. Con ello, se llega a la situación de que las enfermedades de la civilización pasen a ser “las enfermedades familiares a casi toda la humanidad contemporánea como las comunes a la infancia: sarampión, paperas, tos ferina, viruela, etc.” Ibid., p. 52

Colaboración

B1 em INTERDISCIPLINAR B3 em HISTÓRIA B4 em CIÊNCIAS AMBIENTAIS

Qualis Periódicos CAPES

Indexadores y Bases de Datos

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23/6/2020 Notas para una historia ambiental de la salud | Historia Ambiental Latinoamericana y Caribeña (HALAC) revista de la Solcha
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