Salta al document
És un document Premium. Alguns documents d’Studocu són Premium. Passa’t a Premium per desbloquejar-lo.

Prácticum II - Escenas de educación social 2

Prácticum II - Escenas de educación social 2
Assignatura

Procesos y contextos de diferenciación social (Difer-PN)

151 Documents
Els estudiants han compartit 151 documents en aquest curs
Any acadèmic: 2022/2023
Pujat per:
0seguidors
240Pujats
261upvotes

Comentaris

Inicia sessió o Registra’t per publicar comentaris.

Vista prèvia del text

Prácticum II

Escenas de educación social 2

PID_

Isabel Hernández Gondra

Brígida Cristina Maestres Useche

Irene Matencio Ruiz-Peinado

Asun Pié Balaguer

Miguel Salas Soneira

Tiempo mínimo de dedicación recomendado: 6 horas

Isabel Hernández Gondra Brígida Cristina Maestres Useche

Irene Matencio Ruiz-Peinado

Pedagoga y psicóloga clínica por la Universidad de Barcelona (UB), y máster en Psicología clínica y salud mental. Tiene formación en psico- terapia psicoanalítica (CEPP, Vidal i Barraquer).

Socióloga por la Universidad Central de Venezuela y doctora en Psicolo- gía Social por la Universidad Autó- noma de Barcelona (UAB). Es pro- fesora del área social en Psicología y Educación Social, de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educa- ción, en la Universitat Oberta de Ca- talunya (UOC).

Educadora social por la Universidad de Barcelona (UB). Formación en psicoanálisis en la Escuela Lacania- na de psicoanálisis del Campo Freu- diano (Barcelona). Ha trabajado 11 años en el campo de la protección a la infancia, psicopatología y diversi- dad funcional. Actualmente trabaja en el campo de la educación en la Unidad de Escolarización Comparti- da (UEC) de la Fundació el Llindar (Cornellà del Llobregat) y, además, es ilustradora infantil.

Asun Pié Balaguer Miguel Salas Soneira Doctora en Pedagogía por la Univer- sidad de Barcelona (UB) y diploma- da en Educación Social por la Uni- versidad Ramon Llull (URL). Es pro- fesora/investigadora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educa- ción de la Universitat Oberta de Ca- talunya (UOC).

Doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad de Barcelona (UB), educador social por la Univer- sidad de Santiago de Compostela (USC) y licenciado en Publicidad y Relaciones Públicas por la Universi- dad de Vigo (UVI).

El encargo y la creación de este recurso de aprendizaje UOC han sido coordinados por la profesora: Asunción Pié Balaguer (2019)

Primera edición: septiembre 2019 © Isabel Hernández Gondra, Brígida Cristina Maestres Useche, Irene Matencio Ruiz-Peinado, Asun Pié Balaguer, Miguel Salas Soneira Todos los derechos reservados © de esta edición, FUOC, 2019 Av. Tibidabo, 39-43, 08035 Barcelona Realización editorial: FUOC

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño general y la cubierta, puede ser copiada, reproducida, almacenada o transmitida de ninguna forma, ni por ningún medio, sea este eléctrico,químico, mecánico, óptico, grabación, fotocopia, o cualquier otro, sin la previa autorización escrita de los titulares de los derechos.

5. La soledad de las marionetas. Delirio pedagógico (epistolar) sobre las tiranías del nombre .................................... 67

Introducción

Los siguientes relatos son una extensión del libro Escenas de educación social. Responden a la necesidad de seguir contando lo que nos pasa frente al otro o lo que nos pasa en nuestro transitar por los servicios e instituciones de la educación social. Por ello, se trata de un material encarnado, hecho de lágri- mas y sombras, sufrimientos y alegrías, decires y haceres desde la piel desnuda. Como ya dijimos con anterioridad, pretendemos seguir mostrándonos tal y como somos, más allá de las técnicas y procedimientos.

Autora Asun Pié Balaguer

Arrojar, por tanto, un poco de luz sobre aquello que no nos gusta, por exceso o por defecto, de nuestras prácticas y que por pudor o rubor siempre ocultamos tras las máscaras del saber, sobre todo del saber sobre el otro, al que tanto acudimos para edificar nuestros tabús. Nuestras miserias, nuestros límites, nuestro no saber y no querer reconocerlo, eso es lo que aquí nos concierne. Aquello que nunca se confiesa y siempre se calla (Pié y Solé, 2014, p. 14).

A propósito de Reescribir entre cuerpos. Caminos po(e)sibles , Noemí Durán se pre- gunta: ¿cuándo nos permitimos recordar el cuerpo? ¿Cómo nos disponemos como cuerpos sensibles en nuestro quehacer diario? El cuerpo siempre nos acompaña, pero ¿cómo lo escuchamos? A esta escucha refiere este texto; una escucha difícil, densa y pesada. No le quepa duda al lector de que más de uno y más de dos de sus relatos han sido emocionalmente muy costosos. De aquí su valor y su rigor. Explorar la propia historia desde la sensibilidad ni es común ni tiene un valor en el mundo de la academia. Pero dada nuestra convicción de que parte del «dolor de mundo» que vivimos podría corregirse apelando a la sensibilidad, seguimos insistiendo en este tipo de textos. Textos que no son solo texto, son fragmentos de nuestras vidas, nuestros cuerpos y nuestro modo de transitar. Como nos dice Durán:

Referencia bibliográfica A. Pié y J. Solé (coord.) (2014). Narrar las prácticas, contar los cuerpos. En Pié y Solé, Escenas de educación so- cial , pp. 13-17. Barcelona: UOC (Educación Social).

Rescribimos entre cuerpos para que cada persona interrogue la noción de educación des- de sus propias experiencias y en diálogo con otros. Contemplamos a cada ser como un maestro, de manera que lo importante no es tanto aquello que vamos a estudiar-investi- gar, sino la apertura a reconocer y valorar cómo cada persona entra en contacto con lo que estamos explorando. Sabiendo que la realidad está en constante cambio, considera- mos que más que aprender formas definidas, es necesario aprender sobre la vida, sobre los modos singulares de apertura de cada ser; lo cual nos trae la posibilidad de conocer infinitas maneras de atender y de tratar el mundo (Durán, 2017, pp. 13-14).

Así, vaya por delante mi profundo agradecimiento a todos los autores de este texto, por su esfuerzo en ordenar el dolor y la ilusión. Por su generosidad en compartir sus entrañas, por su contribución a hacer de este mundo un lugar más sensible y abierto. Lo demás caerá del lado del lector, de su capacidad por dejarse afectar y tocar, de su voluntad por entender que no podemos seguir apartando el saber de la experiencia del conocimiento académico o, dicho de otra manera, no podemos seguir fracturando la profesión de la vida sin producir sufrimientos evitables.

Referencia bibliográfica N. Durán (2017). Reescri- bir entre cuerpos caminos po(e)sibles. Barcelona: UOC.

1. A propósito de Marian

Fuente: Marta Portela Barreiro

«De mi vida soy la única que tiene la autoridad absoluta de mostrar y no querer mostrar mi vida.» Marisa Wagner

1. Cruce de rutinas

Nos conocimos en esa especie de territorio de frontera donde se dan cita per- sonas con diagnóstico psiquiátrico, profesionales y, a veces, algunas familias en busca de información y ayuda.

Se nos había convocado allí por distintas razones. A Marian, por prescripción médica de actividades; a mí, por una sustitución de tres meses por una baja de maternidad. La una y el otro hacíamos lo que podíamos dentro del rol que se nos había asignado. Ella como usuaria, yo como técnico –así es el lengua- je de algunos recursos de salud mental–, fuimos aprendiendo poco a poco a acercarnos.

Por las mañanas, siempre era la primera en llegar. Sentada en aquel banco fren- te al portal de la asociación, esperaba sin mayor entusiasmo a que se abriesen las puertas y empezaran las actividades de turno.

Autor Miguel Salas Soneira

Con el objetivo de completar su formación de tercero de la ESO, asistía las mañanas de los martes y los jueves a un programa denominado Academia. Si la memoria no me falla, las tardes de los lunes acudía a un taller de habilidades sociales, mientras que las de los viernes iba a otro en el que se trabajaban diferentes competencias relacionadas con la vida doméstica, tales como hacer la compra, cocinar o el modo más eficaz de gestionar las facturas del agua o la luz.

A todo lo anterior, se sumaban las obligaciones relativas a la terapia de trabajo desplegada en el asilo en el que residía. Por medio de lo que llaman laborate- rapia, se añadían simbólicamente a sus rutinas las cuestiones del dinero y de la compensación económica. En otras palabras, las mañanas que no se pasaba por la asociación, tenía que lavar, secar, planchar y doblar la ropa de las per- sonas internas en el psiquiátrico, las sábanas y mantas de las camas, las batas de los médicos de la institución y, de paso, las de otros centros de salud de la zona. Se traba, como diría Foucault (2005), de subvenir a sus propias necesi- dades como enferma, formando parte de un sistema de intercambios a partir del cual financiar su propia existencia de loca. Bajo el pretexto de la recupe- ración, el remanente que le quedaba de su labor era de unos escasos setenta euros mensuales y la promesa, eso sí, de algún día llegar a salir del manicomio.

Quizá no esté de más remarcar que lo que regularmente llevaba a Marian a la asociación no era su libre voluntad de participar en las formaciones y talle- res, sino el itinerario previamente diseñado para ella por un panel de expertos en esquizofrenia. Tal y como sostiene Valverde (2015, p. 28), «el capitalismo neoliberal intenta mantener el mito de que hay libertad de movimiento, pero en realidad cada sujeto tiene su sitio», aunque no sea elegido. En lo que a las personas diagnosticadas se refiere, tal lugar es con frecuencia el de su reifica- ción como pacientes en los servicios de salud mental (Correa et al ., 2006), por lo que el margen de maniobra para salirse del circuito y desprenderse de la máscara que en él se le asignaba resultaba más bien escaso.

En un mundo cada vez más complicado, acelerado y necesitado de especialis- tas, se diría que tan solo pueden construir quienes más saben, y el resto queda relegado a la obligación de seguirles el paso para poder participar y, por fin, ser algo (Martínez, 2012). La identidad de Marian se tejía, así, entre espacios y tiempos prescritos, dentro de un sistema de relaciones marcado por el signo terapéutico. Su día a día transcurría, pues, de dispositivo en dispositivo, en una malla sociocomunitaria de atención de la que yo sería una pieza más. Pero no una pieza cualquiera.

La jerarquía profesional, habitual todavía en el campo de la salud mental, ha- cía de los profesionales de lo social –del trabajo social y la terapia ocupacional principalmente, y de la educación social en un lugar muy residual– meros eje-

Teniendo esto en cuenta, lo cierto es que nunca me interesó demasiado sa- ber cuál era el diagnóstico de Marian. Ni siquiera cuál era su historia clínica. Con respecto a este último tipo de documentos, y tal y como indica Goffman (1992, p. 159), ya entonces sospechaba que una de las finalidades de dichos historiales radica, sobre todo, en destacar «las múltiples formas en que un su- jeto resulta ser un “insano”, las razones que hicieron lícita su reclusión, y por las que sigue siendo lícito mantenerlo recluido. Con tal propósito se extrae, de toda la historia de su vida, una nómina completa de los incidentes que tienen –o podrían tener– una significación sintomática».

La pregunta para mí relevante entonces, más allá de lo que establecen ciertos saberes expertos, era: ¿qué circunstancias en la vida de las perso- nas contribuyen a que aparezca el malestar?, ¿qué dicen ellas acerca de lo que les pasa?, ¿cuenta realmente su opinión y su historia cuando de lo que se trata es de articular la atención?

Pronto entendí que la institución funciona como un tipo de espacio donde la alteridad es a menudo capturada y rotulada. En la misma, se elaboran dis- cursos y se desarrollan prácticas acerca de la diferencia, pero haciendo de al- gún modo tabla rasa. En contextos como el del manicomio todavía hoy se nombran, identifican y definen subjetividades, al tiempo que se convierte a todas y cada una en lo mismo: una categoría￿diagnóstica. Los sujetos, en consecuencia, acaban deshistorizados. Espacios semejantes, especializados en (a)normalidad, anulan y borran la extrañeza, lo otro, huyendo de la inquietud y la incertidumbre que provoca dejar a cada cual la palabra y la iniciativa (La- rrosa, 2010; Núñez, 2003). No sorprende, pues, que el primer día que llegué a la vivienda en calidad de técnico, sus habitantes me pidiesen permiso hasta para ir al baño.

Porque lo mismo sucede si de lo que se trata es de los recursos estandariza- dos y homogeneizantes de la red sociosanitaria, donde personas como Marian deambulan entre la monotonía de rutinas preestablecidas y diseñadas para su rehabilitación. Es como si las rutas habituales estipuladas para la llamada en- fermedad mental negasen la novedad de la experiencia con una intensidad tal, que no existe viaje a parte alguna que no se circunscriba a los anodinos, fijos e inmutables hábitos consignados por instancias ajenas. En ellas, no hay co- mienzo que abra la puerta a lo diferente, imprevisible e incluso incomprensi- ble: la vida se encuentra, así, minuciosamente pautada.

De esta suerte vagaba Marian, de dispositivo en dispositivo de atención, del manicomio a la asociación, bajo el abrigo de un mismo sentimiento: el de que cada día era, y sería, igual a cualquier otro.

Frente a biografías complejas, como la suya o la de otras muchas personas psi- quiatrizadas que pude conocer a aquellas alturas de mi vida, no eran pocas las voces que insistían en la importancia de mantener la llamada distancia profe- sional óptima. Aunque bienintencionadas, casi todas parecían negar de alguna manera el diálogo real y la reciprocidad que implica. A decir verdad, debo re- conocer que, por esta razón, me resultaban en cierta manera estériles: «Hay cuestiones que es mejor no abordar», decían unas; «hablar sobre determina- dos temas o salirse de lo habitual solo removerá traumas del pasado», sugerían otras. Las más atrevidas aseguraban sin vacilar que las personas que acudían a la asociación eran, ante todo, usuarias de un recurso, no amigas ni iguales.

Tomar distancia era, por tanto, una cuestión de autoprotección. Ganábamos todas.

A fin de cuentas, lo que a Marian le sucedía, siempre según la visión hegemó- nica que operaba detrás de estos discursos, tenía un origen orgánico difícil de determinar. Era como si en su cerebro anidase un tipo de fallo o error que, en algún momento, podía activar reacciones impredecibles e incontrolables. Y eso había que evitarlo.

La responsabilidad del personal técnico radicaba en la prevención de posibles episodios de crisis psicóticas y en activar los protocolos para su contención, si aparecían. Con ello, la posibilidad de la experiencia quedaba borrada de un plumazo.

Como si de un mantra se tratara, era habitual oír aquello de que la mejor forma de enfrentar casos de trastorno mental severo –así lo llamaban en numerosos recursos y dispositivos de la red– consistía en la rigurosa toma de medicación y en actividades pautadas. De esta forma, se desplazaba la actuación hacia el control y la vigilancia, debilitándose con ello el acompañamiento￿socioedu- cativo.

En este contexto, claro está, cualquier juego de proximidades entre Marian y yo resultaba no solo innecesario sino que, por lo demás, era desaconsejable.

Más allá de las advertencias, supe por ella que, con la salvedad de algún breve intervalo de lo que llaman externalización , llevaba interna en el psiquiátrico más de una década. Si tenemos en cuenta que sus treinta y tantos años nos aproximaban bastante en edad, aquello me impresionó. Ya fuera por eso, por la inquietante idea de que este hubiese podido ser también mi camino, o no, la cuestión es que me identifiqué con ella.

Diría que siempre he tenido una versión de mí un tanto marginal, pero en su compañía me di cuenta de hasta dónde había crecido entre algodones. Su vi- da, en cambio, estaba marcada por un tipo de sinrazón que no se halla preci- samente en los genes: una infancia desprotegida, la falta de recursos y la pros- titución como opción de supervivencia se combinaron con el catálogo com-

Con el paso del tiempo, y junto con otras personas diagnosticadas, Marian me mostró un mundo que no imaginaba tan ajeno. Curioso, la verdad, pues aunque en mi familia existe el sufrimiento psíquico, nunca antes me había asomado al dolor como entonces. A lo largo de aquellos meses, nos cuestio- namos muchas cosas y, al menos yo, aprendí algo.

Sinceramente, creo que nos hicimos amigos.

Pasamos tardes enteras escuchando a Princesa Inca, leyendo en alto Los Montes de la Loca de Marisa Wagner, o simplemente divagando. Compartiendo expe- riencias de malestar, encontramos lugares comunes entre diferentes opresio- nes que nos atravesaban: la precariedad, el estigma y la discriminación, los tratos infantilizadores hacia las personas con algún diagnóstico psiquiátrico, el machismo o la LGTBI-fobia fueron temas cuya voluntad de transformación nos reunió, regularmente, a Marian, a mí y a un pequeño grupo de compañe- ras usuarias de los servicios de salud mental.

Habíamos logrado habitar, más allá de los lugares institucionalizados, un es- pacio no marcado por el signo de lo asistencial. El tipo de participación que movilizó aquel vínculo, creo honestamente que simétrico, facilitaría las con- diciones de posibilidad para que surgieran situaciones en las que lo importan- te era, sobre todo, acompañarnos y construir algo, lo que fuera, pero juntas. Los saberes en primera persona que pusimos en juego significaron el punto de partida de una experiencia que se caracterizó, sobre todo, por socializar y politizar cuestiones que en otros contextos eran poco menos que tabú. La falta de apoyo e información sobre el derecho a negociar tratamientos e impugnar diagnósticos, la dependencia de los saberes expertos, la falta de autonomía y de oportunidades a la hora de elegir la propia forma de vivir, la sexualidad negada en contextos residenciales, etc. se convirtieron en los contenidos que darían sentido a aquellos encuentros.

Al margen de las huellas que todo aquello pudo dejar en cada cual, llegamos incluso a elaborar una pieza de teatro que, surgida de las inquietudes compar- tidas, representamos en el antiguo cementerio del psiquiátrico en el que, ade- más de Marian, otras tres compañeras permanecían internas.

Sin permiso y con apenas público, no era reconocimiento lo que buscábamos, sino explorar sin saber adónde nos llevaría, en su conjunto, aquella vivencia colectiva.

1. Un nuevo comienzo

Tras un par de meses y después de finalizado el contrato, Marian y yo nos vimos menos. Solo entonces fui consciente de hasta qué punto me había im- pactado la experiencia. Me vi interesándome por otros proyectos asociativos vinculados a la salud mental –más críticos que aquel en el que me había ini- ciado como profesional del ámbito–, tales como Radio Nikosia en Barcelona,

o A Radio Prometea en A Coruña. Desde el activismo, conseguimos organizar en Compostela unas jornadas autogestionadas sobre locura, en colaboración con personas y colectivos que tenían mucho que contar.

Las marcas que todo aquello había dejado en mí acabaron desdoblándose, tiempo después, en la idea de una tesis. Fue entonces cuando volví a acordarme de Marian. Estaba seguro de que le interesaría, así que no tardé en ponerme de nuevo en contacto con ella.

Le propuse colaborar y, de hecho, se ilusionó. Sabíamos que no sería fácil, pues tenía una incapacitación jurídica y, con lo de pedir permiso, pues ya se sabe. La institución que la tutelaba, y la trabajadora social responsable de atenderla en materia de libertades de elección, apenas la visitaban. Sobrecarga de trabajo, nos dijeron.

Además, las cosas se habían complicado en el psiquiátrico. Por delante, le es- peraban tres meses sin salir del módulo en el que estaba: una analítica, de es- tas que traducen sospechas, había dado positivo en THC. El tratamiento de quimioterapia para el cáncer de útero que le habían detectado le provocaba muchas náuseas y, la verdad, no dudó en consumir marihuana para sentirse mejor. Lamentablemente, su doctora de referencia no lo aprobó, y decidió que el castigo era lo más adecuado, dadas las circunstancias.

Para verla mientras duró la sanción, era necesario subir hasta el recibidor de la sala, justo delante del frío pasillo de dormitorios. Como ni siquiera podía- mos bajar a tomarnos un café al bar, nos sentábamos allí, en un banco muy distinto a aquel donde nos habíamos conocido, y charlábamos un largo rato. Casi siempre nos escapábamos a fumar un cigarrillo a las escaleras, Marian con su pijama y su coraje; yo, tratando de aprender a no indignarme más que ella. Decidimos intentarlo todo para que nos autorizaran a hacer su historia de vida: ¡vaya si no habría que contar!

Sin espíritu revanchista alguno, decía Marian, «es justo que se sepan ciertas cosas, que las compartamos».

Pero el problema para que historias como la suya puedan ver la luz no depende solo de que sus protagonistas estén dispuestas a hablar, sino también de que la sociedad quiera escucharlas. Desde luego, no fue el caso.

Primero la doctora, luego el jefe del área de salud mental, después la institu- ción que la tutelaba y hasta por las manos de una fiscal, un forense y un juez pasaron la solicitud, el resumen del proyecto y aquella hoja manuscrita y fir- mada por Marian. Nadie, absolutamente nadie, nos facilitó el consentimiento para registrar en audio su relato. Lo que ella quisiera parecía no importar al lado de, quizá, el interés por tapar tanto.

Aunque ya no consumía, entendí que había comprado a aquel joven algo de hierba para revender por poco más de un par de euros del valor por el que la había conseguido. La falta de recursos, en ocasiones, tiene estas cosas, y Marian, se buscaba la vida. ¿Cómo juzgarlo?

Me pregunto qué tipo de vínculos facilitan o no qué caminos. ¿Qué había llevado a Marian a asegurar que yo estaba de su lado?, ¿qué razones movían las suspicacias de su compañero?, ¿habría podido vivir una situación parecida trabajando de técnico?

Si en algún momento había mediado entre ella y yo una relación profesio- nal-usuaria, desde luego no operaba ya. Tuve claro que aparte del proyecto de tesis y su participación en él, era el cariño y, sobre todo, la confianza lo que nos volvía a reunir. No es difícil coincidir con Freire (2012) cuando afirma que la confianza no es un a priori del encuentro, sino el resultado del mismo y del diálogo horizontal y honesto. Al igual que ella no lo hacía conmigo, nunca se me ocurrió fiscalizarla.

Ya de vuelta, mientras atravesábamos los jardines del psiquiátrico, me dijo algo que recordaré siempre. Todavía no habíamos recibido confirmación para grabar el relato, y yo estaba entre impaciente y enfadado. Sus palabras fueron: «Miguel, no pueden estar encima de nosotros como están, sabemos lo que queremos y lo que nos conviene. No nos pueden tratar así. Mi voz es mía, yo le cuento lo que quiero a quien quiero, nadie puede impedírmelo».

A pesar de la crudeza de sus palabras, consiguió hacerme sentir mejor. Me di cuenta de que no es tan fácil dominar a quien no se deja.

1. Hasta siempre, compañera

La siguiente vez que la vi, había empeorado mucho. El cáncer se había exten- dido y el dolor la doblaba.

Poco tiempo después, su vida se apagó.

Pero su voz, tantas veces negada, vuelve hoy sobre estas líneas para no ser el silencio que quisieron hacer de ella. En bajito, recuerda que obligó a hablar al poder, a mostrarse tan formal como indiferente, arrogante en su lenguaje experto, cínicamente cordial. Distante.

La voz de Marian, minimizada o incluso ausente en los historiales clínicos, expedientes jurídicos y administrativos, encuentra aquí otro lugar, también precario, pero creo que más digno.

De algún modo hace hablar de nuevo, aunque no haya podido ser grito, la- mento o lo que ella decidiera. Técnicas, procedimientos, discursos, se pusieron en juego –al igual que lo habían hecho antes para acusarla–, en este caso, para

negar su historia. Judicializada, psiquiatrizada, institucionalizada, incapacita- da, tutelada y finalmente invisibilizada, el poder dijo velar por su vida y hacer valer sus derechos. Cubierta de silencio, atravesada por múltiples violencias, otros hablaron de ella, decidieron por ella y sobre ella. Pero no dirían la última palabra.

Porque ni tratando de hacerla callar han podido controlar lo que hace el si- lencio de una voz que, un día, estuvo muy viva. Que solo, quizá, diría tanto.

Curioso silencio en cuyo mapa todavía subsisten fugas que vuelven aquí, para no olvidarlo.

«Mi voz es mía.»

A tu voz y a tu memoria, Marian, se deben estas páginas.

Gracias.

1. Notas finales

En la óptica de una pedagogía￿del￿acontecimiento , la educación se relaciona con la creación de una infinidad de caminos y sentidos, ha- llándose muy cercana al «cuerpo entendido como acontecimiento de la existencia, como escenario de lucha, resistencia, y también como fini- tud» (Bárcena et al ., 2006, p. 233). En ellos, en los cuerpos, se inscriben las marcas de multitud de eventos biográficos que conforman y dotan de significado la vida.

La diversificación de espacios en los que imbuirse de lo diferente, de lo nuevo e inquietante, donde percibirse de otro modo, representa una línea de fuga que rompe con la monotonía de la rutina y de la normalidad institucional. Esta constatación suprime el frecuente olvido de que la realidad se aprende experi- mentándola de forma relacional y corpórea, siempre en situación, puesto que «comprendemos a partir de nuestros cuerpos, a través de las relaciones que establecemos con los demás y de las formas a través de las cuales nos ponemos en contacto con los objetos del mundo» (p. 234).

Esta pedagogía lo es, por tanto, también de la corporalidad￿simbólica – o pedagogía sensible–, ya que se refiere a la dimensión existencial, rela- cional, que encuentra su base en la experiencia subjetiva del cuerpo, en- tendido como territorio cultural comunicante (Planella, 2016). En vir- tud del principio de pasión, este siente, padece, se estremece, emociona o sufre, de forma diferencial, interconectada y significante.

Por ello, y para producir conocimiento pedagógico basado en la expe- riencia, unirse al otro sin pretensiones de ser el otro es un reto, tanto como lo es posibilitar las condiciones para que ese otro se manifieste, signifique y expanda.

Se trata de facilitar el «ocupar un lugar» para tener una responsabilidad en las prácticas de producción conjunta del saber, desde un lugar que no siempre es el mismo y que no supone una posición subjetiva esencial, total o acabada. Es decir, la tarea educativa consiste en acompañar tránsitos en los que cada cual experimente, incluso en territorios que se creían vedados, posibilitando así las condiciones para el desafío de lo nuevo, para el acontecimiento y la búsqueda.

1. Referencias bibliográficas

Bárcena, F., Larrosa, J., y Mèlich, J. C. (2006). Pensar la educación desde la experiencia. Revista portuguesa de pedagogía, 40 , 233-259.

Canals, J. (2008). Ambigüedades y contradicciones sobre la diversidad en los ámbitos de la salud mental y de los servicios sociales. En M. Comelles, y M. Bernal, Salud mental, diversidad y cultura (pp. 65-78). Madrid: Asociación Espa- ñola de Neuropsiquiatría.

Correa, M., Silva, T., Belloc, M., y Martínez, A. (2006). La evidencia social del sufrimiento. Salud mental, políticas globales y narrativas locales. Revista Qua- derns, 22.

Durán, N. (2017). Reescribir entre cuerpos caminos po(e)sibles. Barcelona: UOC.

Foucault, M. (2005). El poder psiquiátrico. Curso del Collège de France (1973-1974). Madrid: Akal.

Freire, P. (2012a). Pedagogía del oprimido. Madrid: Siglo XXI.

Goffman, E. (1992). Internados. Ensayos sobre la situación social de los enfermos mentales. Buenos Aires: Amorrortu Editores.

Haraway, D. J. (1995). Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza. Madrid: Ediciones Cátedra.

Heredia, N. (2012). Corporalidades, subjetividades y discapacidad. Hacia una des-educación de los sentidos y sentires. En M. Almeida, y M. Angelina, De- bates y perspectivas en torno a la discapacidad en América Latina (pp. 107-115). Córdoba: UNER.

Larrosa, J. (2006). Sobre la experiencia. Aloma, Filosofía de l’educació, 19 , 87-112.

Martínez, E. (2012). Esa persona que somos. Desde la filosofía, la ética y la política. Madrid: Quilombo.

Núñez, V. (2003). Los nuevos sentidos de la tarea de enseñar. Más allá de la dicotomía enseñar vs. asistir. Revista Iberoamericana de Educación, 33 , 17-35.

Ortiz, A. (2013). Hacia una psiquiatría crítica. Madrid: Grupo 5.

Pié, A. (2012c). Pedagogía de la interdependencia. En A. Pié (Ed.), Deconstru- yendo la dependencia. Propuestas para una vida independiente (pp. 213-228). Bar- celona: Editorial UOC.

Pié, A. i Solé, J. (coord.) (2014). Escenas de educación social. Barcelona: UOC (Educación Social).

Planella, J. (2016). Cuerpo, cultura y vulnerabilidad en la sociedad contempo- ránea: estudio de un trasplante hepático. Cultura de los cuidados (Edición digi- tal), 20 (45) , 12-24.

Planella, J. y Pié, A. (2012). Pegagoqueer: resistencias y subersiones educativas. Educación XXI, 15 , 265-283.

Salas, M. (2018). Acerca de los diagnósticos categoriales. Apuntes críticos para una actuación socioeducativa en salud mental. Intersticios. Revista sociológica de pensamiento crítico, 12 (1), 5-22.

Skliar, C. (2012). Acerca de la alteridad, la normalidad, la anormalidad, la dife- rencia, la diversidad y la pronunciación de lo educativo. Gestos mínimos para una pedagogía de la diferencia. En M. Angelino, y M. Almeida (Ed), Debates y perspectivas en torno a la discapacidad en América Latina (pp. 180-194). Paraná: Universidad Nacional de Entre Ríos. UNER. Facultad de Trabajo Social.

Valverde, C. (2015). De la necropolítica neoliberal a la empatía radical. Barcelona: Icaria-Más Madera.

T’ha resultat útil aquest document?
És un document Premium. Alguns documents d’Studocu són Premium. Passa’t a Premium per desbloquejar-lo.

Prácticum II - Escenas de educación social 2

Assignatura: Procesos y contextos de diferenciación social (Difer-PN)

151 Documents
Els estudiants han compartit 151 documents en aquest curs
T’ha resultat útil aquest document?

És una previsualització

Vols un accés complet? Fes-te Premium i desbloqueja les 80 pàgines
  • Accedir a tots els documents

  • Aconsegueix descàrregues il·limitades

  • Aconsegueix notes més altes

Pujar

Comparteix els teus documents per desbloquejar contingut

Ja ets Premium?
Prácticum II
Escenas de educación social 2
PID_00267585
Isabel Hernández Gondra
Brígida Cristina Maestres Useche
Irene Matencio Ruiz-Peinado
Asun Pié Balaguer
Miguel Salas Soneira
Tiempo mínimo de dedicación recomendado: 6 horas

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.

Per què aquesta pàgina està desenfocada?

Es tracta d’un document Premium. Fes-te Premium i podràs llegir tot el document.