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Introducción a las Relaciones Internacionales

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La teoría de las Relaciones Internacionales en los albores del siglo XXI: diálogo, disidencia, aproximaciones. Mónica Salomón González. Revista Cidob D'Afers Internacionals, 56, diciembre 2001-enero 2002

El artículo considera las tres principales tendencias en la actual teorización en Relaciones internacionales. La primera es el diálogo que los autores neorrealistas y neoliberales (o institucionalistas) han mantenido por más de una década y que gira en torno a las posibilidades de la cooperación internacional. La segunda es el llamamiento a la disidencia y/o a la reestructuración de la disciplina por parte de los enfoques "reflectivistas": teoría crítica, postmodernismos y feminismos. La tercera es el intento de alcanzar una síntesis de los enfoques tradicionales y los reflectivistas, intento realizado tanto desde la nueva teoría constructivista como desde la perspectiva clásica de la sociedad internacional.

Palabras clave: teoría relaciones internacionales, realismo político, idealismo político, sistema internacional.

La finalidad de este artículo es pasar revista a las principales tendencias en la teorización actual en Relaciones Internacionales en un momento que entendemos especialmente propicio para ello. De unos años a esta parte, en efecto, la disciplina está viviendo un período de máxima autoconciencia y autocuestionamiento, en el que todo se analiza y se replantea con particular intensidad: la teoría, los métodos, el objeto, las funciones y hasta la propia historiografía de las Relaciones Internacionales.

Como veremos en las páginas que siguen, en la teorización sobre las Relaciones Internacionales coexisten los intentos de diálogo y aproximación entre distintos enfoques con la aparición de unas fracturas teóricas en la disciplina mucho más profundas que las que habían existido hasta hace pocos años, a partir de la emergencia de enfoques distanciados de los tradicionales no sólo por la elección de sus agendas sino también por el rechazo, por parte de algunas de estas nuevas tendencias, a las bases epistemológicas de las teorías tradicionales, un rechazo que en algunos casos alcanza a la totalidad de la tradición racionalista occidental (Searle, 1993: 57). A su vez, esos ataques a los enfoques tradicionales y a su epistemología no nacieron espontáneamente de las Relaciones Internacionales sino que fueron una manifestación de otras reflexiones que se hicieron en el marco más amplio de las ciencias sociales y humanas.

Diálogo, disidencia y aproximaciones son las dinámicas que nos parecen más relevantes en el momento que vive la disciplina y en las que centraremos esta reflexión sobre la teorización actual en Relaciones Internacionales. Comenzaremos por el diálogo, objeto del primer apartado de este artículo. Desde hace algunos años tiene lugar un fructífero intercambio entre los autores adscritos a dos corrientes teóricas, el neorrealismo y el neoliberalismo. Ambas provienen de dos tradiciones opuestas, la tradición realista y la tradición liberal. Los seguidores de la segunda confían en el desarrollo progresivo de unas relaciones internacionales más justas y armónicas. Los de la primera se muestran escépticos ante la posibilidad de alcanzarlo. Si bien ha habido importantes esfuerzos de acercamiento de las posiciones de las corrientes enmarcadas en esas dos grandes tradiciones a lo largo de la breve historia de la disciplina de las Relaciones Internacionales, ninguno es comparable con el desarrollado en los últimos años. Neorrealistas y neoliberales, en efecto, han descubierto muchos más puntos en común que divergencias, especialmente desde el surgimiento de los enfoques antiracionalistas,

que han actuado como una especie de "federador externo" para la teoría tradicional. En el primer apartado reflexionamos sobre el proceso que ha conducido de la confrontación clásica del realismo y liberalismo a la situación actual. Nos interesa especialmente la cuestión de cuáles eran las principales divisiones que los separaban y qué tipo de transformación debieron experimentar para hacer posible esta situación actual, en la que pueden existir discrepancias pero se están haciendo esfuerzos serios para resolverlas en el terreno estrictamente científico, es decir, mediante la confrontación empírica de las teorías.

En el segundo apartado abordamos los enfoques que se autoproclaman disidentes (teoría crítica, postmodernismo y feminismo), surgidos muy recientemente en el panorama teórico de las Relaciones Internacionales e indagamos en el significado e implicaciones de la fractura descrita como "racionalidad versus reflectividad". Por último, en el tercer apartado, dedicado a las aproximaciones, consideramos dos enfoques que ni forman parte de la agenda convergente del neorrealismo-neoliberalismo ni son rupturistas como las aproximaciones reflectivistas: uno es el ya mencionado constructivismo y el otro es la tradición centrada en las reflexiones sobre la sociedad internacional, tradición que suele asociarse con la llamada "escuela inglesa" de las Relaciones Internacionales pero que también es el rasgo distintivo de la "escuela española".

DIÁLOGO:

EL DEBATE NEORREALISMO-NEOLIBERALISMO

El prefijo "neo" presente en las denominaciones de las dos corrientes teóricas que trataremos a continuación denota que ambas son reformulaciones de dos tradiciones teóricas anteriores: el realismo y el liberalismo.

No cabe duda de que el realismo ha sido la tradición dominante y más influyente en la disciplina, hasta el punto que se ha llegado a considerar que "el resto de la historia de las Relaciones Internacionales es, en muchos aspectos, una nota a pie de página del realismo" (Dunne, 1996: 110). Durante largos períodos se ha hablado de una "hegemonía" del realismo en la disciplina. Ha sido una hegemonía con altibajos, pero que actualmente sigue muy viva en la versión del "neorrealismo". Por su parte, las distintas corrientes liberales han sido el contrapunto tradicional al realismo.

Si tradicionalmente realismo y liberalismo se presentaban como enfoques irreconciliables, no ocurre lo mismo con los actuales neorrealismo y neoliberalismo. De hecho, ambas corrientes comparten el mismo programa de investigación o, en otras palabras, una agenda común. No es casual que el cambio de denominación coincida con el nuevo talante dialogante de ambos enfoques. Como tendremos ocasión de argumentar en las páginas que siguen, los mismos cambios que transformaron al realismo en neorrealismo y al liberalismo en neoliberalismo explican la existencia del actual diálogo, iniciado a principios de la década de los ochenta. Por otra parte, el hecho de que los dos enfoques no se hayan fusionado, pese a tener un programa de investigación común, significa que sigue habiendo diferencias en las maneras en que ambos intentan explicar la realidad internacional o, en palabras de Rafael Grasa, en el "grado de pertinencia que cada enfoque adjudica a determinados fenómenos" (Grasa, 1997: 123). En lo que sigue nos proponemos, precisamente, analizar las divergencias y semejanzas entre ambos enfoques. Antes de considerar el diálogo en sí mismo consideraremos dos de los

desenmascarar las ideologías (Carr, 1989: 63). Más bien, lo que hizo Carr en The Twenty Years Crisis fue oponer a las premisas utópicas (o, mejor dicho, a las que él atribuía a los utópicos) otra serie de premisas basadas en la tradición de pensamiento realista y que, según él, coincidían con la realidad. Así, por ejemplo, la tesis "utópica" de la indivisibilidad de la paz, definida como "la ideología de los no privilegiados que intentan elevarse al nivel de los privilegiados" y la propuesta del mecanismo de seguridad colectiva, "la ideología de los Estados que, particularmente dispuestos a atacar, pretenden establecer el principio de que un ataque contra ellos debe convertirse en una razón de preocupación para otros Estados" (Carr: 1989: 30) son contrapuestas a "realidades", como por ejemplo la de "la máxima realista de que la justicia es el derecho de los más poderosos"(Carr: 1989: 63).

Más que un enfrentamiento entre ciencia y utopía, el encontronazo de Carr con los internacionalistas liberales fue un choque entre dos visiones del mundo opuestas, o entre dos "ideologías sociopolíticas", en el sentido que Mario Bunge da al término: el de "conjunto de creencias referentes a la sociedad, al lugar del individuo en ésta, al ordenamiento de la comunidad y al control político de ésta" constituidas (al contrario de las teorías sociopolíticas) por afirmaciones dogmáticas y que ni suelen ser producto de la investigación básica ni cambian con los resultados de ésta (Bunge: 1981: 165-166). En el momento histórico en que se desarrolló el debate, ninguna de esas visiones del mundo estaba vinculada a una teorización lo suficientemente sistemática y articulada como para que se la pudiera considerar científica, aún en un sentido amplio. Ello, naturalmente hacía imposible que los incipientes realismo y liberalismo pudieran entablar un auténtico debate, es decir, un diálogo.

El dominio del realismo en la teoría de las Relaciones Internacionales a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial no puede interpretarse, por lo tanto, como una "victoria" de los "realistas" en el "debate" contra los "idealistas", puesto que no hubo ni "debate" ni prácticamente coexistencia en el tiempo entre "realistas" e "idealistas". Más que con ningún otro factor, la preponderancia de las teorizaciones inspiradas en la tradición realista tras la guerra tuvo que ver con la utilidad de los enfoques realistas como guía de los decisores políticos estadounidenses en las dimensiones militares y diplomáticas de las relaciones internacionales –es decir, en "inspiradora de la ideología de la política exterior norteamericana" (Mesa: 1977: 88)–, a partir de la emergencia de los Estados Unidos como superpotencia en un sistema bipolar. En todo caso, lo que está claro es que los realistas no "vencieron" en el debate gracias a la evidente superioridad de sus argumentos.

En el período de más de veinticinco años que media entre el final de la Segunda Guerra Mundial y principios de la década del setenta –cuando, a partir del impacto de acontecimientos tales como la crisis del petróleo o la guerra de Vietnam el cuestionamiento al realismo se intensificó– hubo muy pocos intercambios entre las teorizaciones realistas dominantes y las corrientes herederas de la tradición liberal (4).

El debate realismo-transnacionalismo

El segundo antecedente del diálogo actual entre neorrealistas-neoliberales tuvo lugar en la década de los setenta, en el marco del llamado "tercer debate", "debate realismo- globalismo" o "debate interparadigmático" (5), debate enmarcado en el contexto político de la distensión, la crisis del sistema de Bretton-Woods, la crisis del petróleo y el aparente

declive de la hegemonía estadounidense en el sistema internacional. Interesa destacar el papel protagonista en el cuestionamiento al realismo en el marco de este tercer debate de Robert O. Keohane (6), puesto que es el mismo Keohane el principal artífice del acercamiento actual entre neorrealismo y neoliberalismo. Junto con Joseph Nye (un conocido autor neofuncionalista, hecho que señala la continuidad de la tradición liberal), Keohane es el responsable (como editor y como autor) de las dos obras más significativas de la corriente transnacionalista: Transnational Relations and World Politics (1971, 1972) y Power and Interdependence (1977) (7). El cuestionamiento al "estatocentrismo" del modelo realista fue el aspecto principal de la crítica "transnacionalista" de ese momento. En un mundo cada vez más interdependiente, las teorizaciones basadas en la preponderancia del Estado-nación eran juzgadas insuficientes para describir y explicar la realidad internacional. La noción de "interdependencia" y el papel de la fuerza militar en las relaciones internacionales fueron también cuestiones centrales en la controversia y, por lo tanto, en las obras citadas.

A diferencia del debate realismo-idealismo, el debate realismo-transnacionalismo fue un debate real. En la obra editada por Ray Maghroori y Bennett Ramberg, Globalism Versus Realism: International Relations’ Third Debate (Maghroori y Ramberg (eds.), 1982) ambas partes discutieron los méritos respectivos del enfoque estatocéntrico y la noción de interdependencia. Es destacable, sin embargo, que hay un punto importante en común con el debate materializado en la obra editada por Maghroori y Ramberg y el debate realismo-idealismo de entreguerras. Se trata de la percepción del punto de vista contrario como un punto de vista más "ideológico" que científico. Un ejemplo de ello es la crítica del (neo)realista Kenneth Waltz al concepto de interdependencia, en su opinión un "mito" que "oscurece las realidades de la política internacional y afirma al mismo tiempo una falsa creencia sobre las condiciones que pueden promover la paz" (Waltz, 1982: 93). Quizás esa percepción (mutua) de que la posición contraria estaba basada en unos supuestos "falsos" haya sido lo que impidió que el debate se convirtiera en un auténtico diálogo, en el que las partes estuvieran dispuestas a modificar sus posiciones a partir de los argumentos del oponente. Lo que se hizo fue, simplemente, contraponer una serie de argumentos a otros sin que, por lo general, existiera una voluntad clara de volverlos compatibles.

La aplicación del concepto de "paradigma científico" de Thomas Kuhn a las Relaciones Internacionales sirvió para explicar esa situación que no se veía, en palabras de Ole Waever, "como un debate que alguien debía ganar, sino como una situación de pluralismo que se había de aceptar" (Waever, 1996: 155). Waever ha desarrollado convincentemente el argumento de que la importación del concepto de paradigma científico a las Relaciones Internacionales tuvo efectos paralizantes en la disciplina porque justificó la falta de diálogo y de confrontación de ideas. Ello es así porque, por lo general, se adoptó una versión muy simplista de la tesis de Kuhn sobre la inconmensurabilidad de los paradigmas. Aunque es cierto que Kuhn consideraba que las teorías científicas (y los paradigmas) eran inconmensurables, en tanto que cada una genera sus propios criterios de evaluación y su propio lenguaje, no por ello creía cerrada la posibilidad de diálogo entre teorías diferentes: Kuhn no era en manera alguna un relativista (8).

de investigación realista (los trabajos de Snyder y Diesing en teoría de los juegos [Snyder y Diesing, 1977] y las obras de Robert Gilpin [Gilpin, 1975, 1981], en particular sus explicaciones sobre las causas de declive de los estados hegemónicos)–, convertirse en el núcleo de "un enfoque multidimensional a la política mundial que incorporara varios marcos analíticos o programas de investigación". Uno de esos programas sería el propio neorrealismo ("realismo estructural" en los términos empleados por Keohane), dedicado a investigar cuestiones relativas al poder y a los intereses. Otro sería un "programa de investigación estructural modificado" (el de sus propias investigaciones), centrado en el análisis de las instituciones y reglas internacionales. Un tercero, por último, se ocuparía de teorías de política interna, de toma de decisiones y de procesamiento de la información y tendría la función de conectar las dimensiones internas e internacionales.

c) La reformulación del realismo en neorrealismo por parte de Kenneth Waltz en 1979 fue otra de las condiciones básicas para el acercamiento de las posiciones de los participantes en el actual diálogo. Esta reformulación tuvo lugar en una de las obras más influyentes –y más polémicas– en la literatura de las Relaciones Internacionales: Theory of International Politics (Waltz, 1979). La reformulación del realismo de Waltz mantiene los principales supuestos del realismo clásico: los estados –unidades racionales y autónomas– son los principales actores de la política internacional, el poder es la principal categoría analítica de la teoría, y la anarquía es la característica definitoria del sistema internacional. Pero, a diferencia del realismo, el neorrealismo centra su explicación más en las características estructurales del sistema internacional y menos en las unidades que lo componen. Según Waltz, el comportamiento de las unidades del sistema (estados) se explica más en los constreñimientos estructurales del sistema que en los atributos o características de cada una de ellas (Waltz: 1979: 88-97).

Pero quizás las principales diferencias entre el neorrealismo de Waltz y el realismo clásico sean más formales que de sustancia y, en especial, ese intento de construir una teoría clara, rigurosa, y concisa, de "explicar pocas cosas, pero importantes" (Waltz, 1975: 3-4). En ese sentido, la contribución (popperiana) de Waltz a la epistemología de las relaciones internacionales es reconocida y apreciada incluso por sus críticos (Mansbach: 1996:93; Mouritzen, 1997). Otro aspecto formal que llama la atención en la teoría neorrealista es el uso de la teoría microeconómica de las estructuras de mercado. Para Waltz, el sistema internacional funciona como un mercado "interpuesto entre los actores económicos y los resultados que producen. Ello condiciona sus cálculos, su comportamiento y sus interacciones" (Waltz, 1990: 90-91). Esta analogía mercado-sistema internacional propiciará también un uso importante, por parte de los neorrealistas, de los modelos de las teorías de la acción racional, rasgo que compartirán con el neoliberalismo institucional.

d) Por su parte, el "programa de investigación estructural modificado" que Keohane se disponía a construir representaba un alejamiento significativo con respecto a las anteriores posturas "transnacionalistas" del autor. El programa asumía algunas de las premisas del (neo)realismo, aunque con ciertos matices:

  1. La premisa de que los estados son los principales actores internacionales, aunque no los únicos.
  2. La premisa de que los estados actúan racionalmente, aunque no a partir de una información completa ni con preferencias incambiables.
  3. La premisa de que los estados buscan poder e influencia, aunque no siempre en los

mismos términos (en diferentes condiciones sistémicas, los estados definen sus intereses de manera diferente) (Keohane, 1983).

No obstante, y como ya hemos señalado, el centro de interés del "programa de investigación estructural modificado" es el estudio de las reglas e instituciones internacionales. Aquí se manifiesta con claridad el componente "liberal" del programa de Keohane: en el interés de analizar las instituciones internacionales (un concepto amplio que incluye a todas las modalidades de cooperación internacional formales e informales) y en la premisa (de origen claramente liberal) de que la cooperación es posible y que las instituciones modifican la percepción que los estados tienen de sus propios intereses, posibilitando así la cooperación (que los realistas/neorrealistas ven sólo como un fenómeno coyuntural). En los trabajos desarrollados por Robert Axelrod en el marco de la teoría de los juegos (Axelrod, 1984) Keohane encontró una buena base para explicar la compatibilidad de las premisas realistas (estados en situación de anarquía y motivados, ante todo, por la búsqueda de poder) con las liberales (posibilidad de cooperación), distanciándose (aunque no totalmente) del optimismo del liberalismo clásico. En el artículo que escribieron juntos en 1985, los autores diferenciaban su propia noción de "cooperación" de la "armonía de intereses" del liberalismo clásico:

"Cooperación no equivale a armonía. La armonía exige una total identidad de intereses, pero la cooperación sólo puede tener lugar en situaciones en las que hay una mezcla de intereses conflictivos y complementarios. En esas situaciones la cooperación tiene lugar cuando los actores ajustan su comportamiento a las preferencias reales o previstas de los demás. Así definida, la cooperación no es necesariamente buena desde un punto de vista moral" (Axelrod y Keohane, 1985: 226).

Otra vertiente teórica en la que Keohane se apoyó para explicar la compatibilidad entre la estructura anárquica del sistema internacional y la cooperación proviene de la microeconomía, y en concreto del concepto de "fallos del mercado". Esta noción alude a la incapacidad de un mercado perfecto (no regulado) de proporcionar adecuadamente bienes públicos a una sociedad, así como a la posibilidad de que un mercado no regulado dé lugar a "males públicos" tales como la contaminación. A partir de la identificación de la sociedad internacional anárquica y un mercado imperfecto, Keohane y los autores neoliberales en general se han inspirado en los modelos elaborados por los economistas sobre la regulación de los mercados para defender las posibilidades de cooperación internacional.

Del énfasis del papel de las instituciones (9) en la cooperación internacional proviene el nombre que Keohane dio al programa en su obra After Hegemony (Keohane, 1984): "institucionalismo liberal". El prefijo "neo" que transformó el nombre del programa en "institucionalismo neoliberal" o, simplemente, en "neoliberalismo" proviene de un artículo (crítico para con el enfoque) de Joseph Grieco (Grieco, 1988), quien lo usó no sólo para referirse a la novedad del enfoque sino para diferenciarlo del "institucionalismo liberal clásico", de las teorías funcionalistas y neofuncionalistas de la integración europea, una tradición de la que Keohane se reconoce deudor (Keohane, 1984: 22), aunque no en mayor medida que del realismo (Keohane, 1993: 271-272).

No son pocos los autores que han clasificado a Keohane como un autor "neorrealista" (Ferguson y Mansbach, 1991: 364; Ashley, 1984; Palomares Lerma, 1991: 29; Barbé, 1995: 62-63 n. 76). Sin embargo, y pese a los esfuerzos de Keohane por tender puentes

  1. La cooperación internacional. Para los neorrealistas, la cooperación internacional es más difícil de lograrse, más difícil de mantenerse y más dependiente de las relaciones de poder de los estados que lo que afirman los neoliberales.

  2. Beneficios absolutos/relativos. Este era el núcleo del debate a principios de los años noventa. De las posiciones que cada enfoque mantenía al respecto se desprendían las expectativas (positivas para los neoliberales, negativas para los neorrealistas) de cada grupo de autores sobre las posibilidades de la cooperación internacional. Los neorrealistas sostenían que los estados, al iniciar la cooperación con otros, buscan ante todo mejorar su posición relativa frente a los demás. En otras palabras, lo que interesa a los estados es, más que obtener ganancias, mantener o alcanzar una posición de superioridad frente al resto. De ahí que teman que otros estados puedan obtener ganancias mayores que ellos en la cooperación (superarlos en ganancias relativas). Ese temor a que la cooperación con otros estados aumente su superioridad es lo que impediría la cooperación a largo plazo. Los neoliberales no negaban que en determinadas condiciones la cooperación se vea impedida o dificultada por la preocupación de los estados por los beneficios relativos, pero consideraban que en general prevalecerá el deseo de obtener beneficios absolutos –deseo que llevará a intentar maximizar el nivel total de los beneficios de quienes cooperan– (10).

  3. Las prioridades de las metas estatales. Ambos enfoques entienden que tanto la seguridad como el bienestar económico son metas importantes, pero suelen diferir en cuanto a cuál de ellas es prioritaria para los estados. Los neorrealistas, igual que los realistas clásicos, ponen el énfasis en la seguridad –por más que, a diferencia de aquéllos, participaban activamente en los debates sobre temas económicos–. Los neoliberales consideran que las prioridades económicas son básicas para los estados.

  4. Capacidades e intenciones. Los neorrealistas, igual que los realistas clásicos, consideran que la distribución de recursos (capacidades) de los estados es el factor que mejor explica su comportamiento, incluida su participación en esquemas de cooperación con otros estados. Los neoliberales ponen énfasis en las intenciones. Así, por ejemplo, argumentan que la sensibilidad de los estados con respecto a las ganancias relativas de los demás se ve muy influenciada por las percepciones que se tengan sobre las intenciones de esos estados. Las ganancias relativas obtenidas por estados clasificados como enemigos serían mucho más preocupantes que las que consiguen los aliados.

  5. El papel de los regímenes y las instituciones. Para los neoliberales, los regímenes y las instituciones internacionales mitigan los efectos constreñidores que tiene la anarquía sobre la cooperación. Sin negarlo, los neorrealistas consideran exagerado el papel que atribuyen los neoliberales a regímenes e instituciones (11).

Aunque las diferencias entre neorrealistas y neoliberales no se han resuelto, algunas de ellas se han reformulado a partir del debate. Es el caso de la controversia sobre ganancias absolutas/relativas. La cuestión de si los estados persiguen ganancias absolutas o relativas ha sido reformulada, según Keohane, en la siguiente pregunta: "bajo qué condiciones los estados emprenden una cooperación mutuamente beneficiosa para preservar su poder y estatus relativos?" (Keohane, 1998:88). En la actualidad, la controversia neorrealismo-neoliberalismo se centra en la capacidad de las instituciones internacionales de afectar los resultados de las negociaciones multilaterales de los estados (Fearon, 1998).

En cuanto a la metodología que se ha seguido, lo que más llama la atención es la influencia de la teoría económica y el uso de la teoría de los juegos para conceptualizar las situaciones de anarquía-cooperación (en base a los modelos que los economistas usan para distinguir entre diferentes clases de mercado). Se razona en abstracto, y se parte de la base que los actores (estados u otros) se comportan racionalmente. Las referencias históricas que aparecen en los trabajos son, si las hay, muy generales. Tampoco el derecho, la filosofía, la sociología o la psicología parecen informar sus contenidos. En ese sentido, Keohane ha subrayado el "carácter racionalista y utilitarista" de ambos enfoques (Keohane y Martin, 1995:39).

Algunos resultados del diálogo

a) El diálogo entre neoliberales y neorrealistas ha estructurado el debate del área o subdisciplina de la Economía Política Internacional (Guzzini, 1992; Kébabdjian, 1999; Higgott, 1994; García Segura, 2000), centrada en "la interacción recíproca y dinámica en las relaciones internacionales de la búsqueda de la riqueza y del poder", que es como la definió Robert Gilpin, un autor clave en su desarrollo (Gilpin, 1975). En economía política internacional la discusión teórica ha estado estructurada, desde el nacimiento de la disciplina en los años setenta, según la misma lógica que las relaciones internacionales. Así, en los años setenta se definía como un diálogo entre realistas (o mercantilistas), liberales y marxistas y en la actualidad como un debate entre neorrealistas-neoliberales con una participación menor de autores neomarxistas, en general vinculados a la teoría crítica inspirada en Gramsci. En general los participantes del debate lo consideran muy constructivo. Tal y como ha señalado Krasner, la dialéctica neorrealismo-neoliberalismo ha permitido desarrollar un rico programa de investigación en el que cada una de las partes ha ido refinando progresivamente sus posiciones iniciales (Krasner, 1996).

Asimismo, puede decirse que el concepto de régimen internacional (categoría central en Economía Política Internacional, aunque empleada en general en Relaciones Internacionales) es casi exclusivamente un producto del diálogo neorrealismo- neoliberalismo. De hecho, uno de los primeros indicadores de que neorrealistas y neoliberales se estaban embarcando en una empresa constructiva fue el acuerdo que alcanzaron sobre la que hoy se conoce como "definición canónica" de régimen internacional (12).

b) El diálogo neorrealismo-neoliberalismo está también en la base del intento de reconceptualización de las teorías de la integración europea emprendido por Robert Keohane, Stanley Hoffmann y Andrew Moravcsik (Keohane y Hoffmann, 1991; Moravcsik, 1991, 1993). El "institucionalismo intergubernamental" es un intento de fusionar algunas ideas de la teoría neofuncionalista (despojándola, sin embargo, de su componente teleológico) y las críticas intergubernamentalistas (realistas) de Hoffmann a las teorías clásicas de la integración europea (Hoffmann 1964, 1966). El sistema político comunitario se concibe como un régimen internacional (Moravcsik, 1993: 140) o como una "red" (network) (Keohane y Hoffmann, 1991: 10) basada en la convergencia de intereses de sus miembros, en particular los tres grandes estados europeos: Alemania, el Reino Unido y Francia. El modelo institucionalista intergubernamental se ha usado para explicar la dinámica del Acta Única y del Tratado de la Unión Europea (Maastricht) (Keohane y Hoffmann, 1991) y al papel de las instituciones en la Europa de la inmediata postguerra fría (Keohane, Nye, Hoffmann, 1993). Asimismo, se han destacado sus potencialidades

CONSIDERACIONES FINALES

Queremos concluir este trabajo subrayando algunos elementos de continuidad y cambio (aquellos que nos impresionan como particularmente interesantes) en esta reciente teorización sobre las Relaciones Internacionales que acabamos de recorrer.

En lo que respecta a la continuidad, el principal elemento que destacamos es la persistencia de la centralidad del realismo/neorrealismo. Como hemos visto, todos los intentos de teorizar las relaciones internacionales se hacen desde o contra él. No cabe duda de que, para bien o para mal, los postulados realistas siguen siendo el principal punto de referencia teórico.

En segundo lugar, destacamos como elemento de continuidad la pregunta que subyace a buena parte del debate teórico en Relaciones Internacionales, desde la creación de la disciplina hasta los ataques "disidentes" al núcleo hegemónico: ¿hasta qué punto y en qué medida es posible ir más allá de la pura ideología sociopolítica y hacer teoría sociopolítica?

En cuanto a los elementos de cambio, destacamos, en primer lugar, la novedad del intento de neorrealistas/neoliberales de someter a prueba los propios supuestos político- normativos. Se trata de un ejercicio que parte de una respuesta afirmativa a la pregunta formulada en el párrafo anterior, respuesta que, desde luego, no es unánimente compartida por los estudiosos de las Relaciones Internacionales.

Un segundo elemento de cambio que queremos subrayar es el de la progresiva pérdida de la vigencia del concepto kuhniano de paradigma como elemento ordenador de los debates de la disciplina. Como hemos ya señalado, el concepto de paradigma, tal como se usaba, tendía a legitimar la falta de comunicación en nuestra disciplina. Es por ello que no podemos menos que celebrar su paulatino arrinconamiento.

También celebramos, por último, la mayor sensibilidad que desde hace unos años se otorgan en nuestra disciplina a los aspectos socio-cognitivos de las relaciones internacionales. Este es un elemento de cambio desde el punto de vista de la teoría hegemónica estadounidense, pero no lo es desde la perspectiva europea y española, donde la sociedad internacional ha sido siempre el objeto de estudio que se ha intentado comprender.

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Asignatura: Introducción a las Relaciones Internacionales

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La teoría de las Relaciones Internacionales en los albores del siglo XXI: diálogo,
disidencia, aproximaciones. Mónica Salomón González. Revista Cidob D'Afers
Internacionals, 56, diciembre 2001-enero 2002
El artículo considera las tres principales tendencias en la actual teorización en Relaciones
internacionales. La primera es el diálogo que los autores neorrealistas y neoliberales (o
institucionalistas) han mantenido por más de una década y que gira en torno a las
posibilidades de la cooperación internacional. La segunda es el llamamiento a la
disidencia y/o a la reestructuración de la disciplina por parte de los enfoques
"reflectivistas": teoría crítica, postmodernismos y feminismos. La tercera es el intento de
alcanzar una síntesis de los enfoques tradicionales y los reflectivistas, intento realizado
tanto desde la nueva teoría constructivista como desde la perspectiva clásica de la
sociedad internacional.
Palabras clave: teoría relaciones internacionales, realismo político, idealismo político,
sistema internacional.
La finalidad de este artículo es pasar revista a las principales tendencias en la teorización
actual en Relaciones Internacionales en un momento que entendemos especialmente
propicio para ello. De unos años a esta parte, en efecto, la disciplina está viviendo un
período de máxima autoconciencia y autocuestionamiento, en el que todo se analiza y se
replantea con particular intensidad: la teoría, los métodos, el objeto, las funciones y hasta
la propia historiografía de las Relaciones Internacionales.
Como veremos en las páginas que siguen, en la teorización sobre las Relaciones
Internacionales coexisten los intentos de diálogo y aproximación entre distintos enfoques
con la aparición de unas fracturas teóricas en la disciplina mucho más profundas que las
que habían existido hasta hace pocos años, a partir de la emergencia de enfoques
distanciados de los tradicionales no sólo por la elección de sus agendas sino también por
el rechazo, por parte de algunas de estas nuevas tendencias, a las bases epistemológicas
de las teorías tradicionales, un rechazo que en algunos casos alcanza a la totalidad de la
tradición racionalista occidental (Searle, 1993: 57). A su vez, esos ataques a los enfoques
tradicionales y a su epistemología no nacieron espontáneamente de las Relaciones
Internacionales sino que fueron una manifestación de otras reflexiones que se hicieron en
el marco más amplio de las ciencias sociales y humanas.
Diálogo, disidencia y aproximaciones son las dinámicas que nos parecen más relevantes
en el momento que vive la disciplina y en las que centraremos esta reflexión sobre la
teorización actual en Relaciones Internacionales. Comenzaremos por el diálogo, objeto
del primer apartado de este artículo. Desde hace algunos años tiene lugar un fructífero
intercambio entre los autores adscritos a dos corrientes teóricas, el neorrealismo y el
neoliberalismo. Ambas provienen de dos tradiciones opuestas, la tradición realista y la
tradición liberal. Los seguidores de la segunda confían en el desarrollo progresivo de unas
relaciones internacionales más justas y armónicas. Los de la primera se muestran
escépticos ante la posibilidad de alcanzarlo. Si bien ha habido importantes esfuerzos de
acercamiento de las posiciones de las corrientes enmarcadas en esas dos grandes
tradiciones a lo largo de la breve historia de la disciplina de las Relaciones
Internacionales, ninguno es comparable con el desarrollado en los últimos años.
Neorrealistas y neoliberales, en efecto, han descubierto muchos más puntos en común
que divergencias, especialmente desde el surgimiento de los enfoques antiracionalistas,
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