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Ansiedad, Estrés, Pánico y Fobias Pablo Resnik

Tratar ansiedad
Asignatura

Psicología (Psicología)

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Año académico: 2021/2022
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Universidad del Valle Colombia

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ANSIEDAD, ESTRÉS,

PÁNICO Y FOBIAS

100 preguntas, 101 respuestas

Enzo Cascardo

Pablo E. Resnik

A los que entendieron que el miedo obtura el crecimiento, la posibilidad de alegría genuina, el buen vivir. A los que ya saben que el precio de enfrentar nuestros temores nunca será demasiado alto. Y, de manera particular, a aquellos que todavía no.

Contenido

Portadilla Créditos

Dedicatoria

Agradecimientos Acerca de los autores

Palabras preliminares

Capítulo 1

Entrando en tema Ansiedad: ¿reacción normal o enfermedad?

Capítulo 2

Capítulo 3 Capítulo 4

Capítulo 5 Capítulo 6

Capítulo 7 Capítulo 8

Capítulo 9 Capítulo 10

Apéndice 1 Apéndice 2

Otros títulos

Acerca de los autores

Enzo Cascardo y Pablo E. Resnik son médicos psiquiatras y llevan más de quince años dedicándose a la atención, docencia e investigación en el campo de los trastornos de ansiedad.

Enzo Cascardo es presidente honorario de la Asociación Argentina de Trastornos de Ansiedad (AATA) y presidente del Capítulo de Trastornos de Ansiedad de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA).

Pablo Resnik fue secretario científico de la AATA y docente de los cursos de formación que allí se ofrecen a profesionales de la salud mental.

Ambos son activos disertantes en los congresos y seminarios de la especialidad que se llevan a cabo tanto en nuestro país como en América Latina. Las investigaciones que realizaron en conjunto en el campo de la ansiedad han sido publicadas en revistas científicas del país y del extranjero.

Son autores, además del presente volumen, de la obra Trastorno de ansiedad generalizada, clínica, diagnóstico y tratamiento del paciente con preocupación excesiva y dirigen el Centro de Investigaciones Médicas en Ansiedad (CentroIMA), con sede en la ciudad de Buenos Aires.

Palabras preliminares

Contamos con una gran cantidad de recursos eficaces a la hora de controlar la ansiedad una vez que se ha detectado su existencia y sus efectos sobre nuestra calidad de vida.

Recursos para aprender a relajarnos y a respirar con calma. Recursos para afrontar las situaciones estresantes con una mirada lo más objetiva posible.

Recursos para desembarazarnos de los pensamientos dictados por el miedo y poder reformular así nuestro modo de relación con las incertidumbres que el mundo nos plantea.

Recursos, en definitiva, para afrontar el temor hoy, mañana y los días subsiguientes. Recursos para alcanzar el momento en que el miedo, la tensión y la ansiedad constante hayan sido superados.

En todos los casos, para alcanzar los mejores resultados, se requerirá de nuestro tesón y constancia.

En muchos otros casos será necesario, además, contar con la guía de profesionales especializados en el tipo de desorden de ansiedad que padecemos.

Es importante aclarar que esta obra no pretende reemplazar el tratamiento médico o psicológico pertinente.

Muchas personas con síntomas de ansiedad leves podrán beneficiarse de su lectura y de la puesta en práctica de diferentes acciones o ejercicios.

A otros, estamos convencidos, les servirá como puerta de entrada y orientación para recorrer el camino que, con la asistencia de profesionales debidamente preparados, los conduzca a recuperar, al menos en buena medida, la tranquilidad, la libertad y el bienestar perdidos.

Por otra parte, hay quienes viven en poblaciones pequeñas o en ciudades alejadas en las que no se cuenta con profesionales experimentados en tratamientos específicos para el miedo o la ansiedad. Muchos de ellos nos envían a diario, desde distintas regiones de nuestro país y del mundo hispanoparlante, innumerables e-mails de consulta. Siempre nos resulta muy grato poder asesorarlos a través de tan enormes distancias pero, a la vez, lamentamos comprobar que no disponen, por motivos de localización geográfica, de la posibilidad de acceder a los mejores recursos terapéuticos. Es nuestro especial deseo que

  • Capítulo

Entrando en tema

¿Podré alguna vez vivir sin tanta ansiedad...? ¿Toda mi vida la voy a pasar así, tenso, contracturado, inquieto y durmiendo mal...?

¿Voy a saber alguna vez lo que es sentirse tranquilo y que mi cabeza no esté saltando de un pensamiento a otro todo el tiempo...?

Todos aquellos que sufren o sufrieron de ansiedad se han hecho, una y otra vez, este tipo de preguntas. Tensión, angustia, impaciencia, apuro, culpa, vergüenza, temores de toda clase, preocupación exagerada, obsesiones, miedo de enfermar o de morir, cansancio físico y mental, son solo algunos de los síntomas que nos acompañan de modo permanente, si pertenecemos al amplio círculo de personas ansiosas.

Casi todos conocemos los efectos que la tensión y la inquietud constantes pueden tener sobre nosotros. Sin embargo, cuando esa inquietud obedece a una causa suficiente, podemos entenderla y esperar o ayudar a que se vaya. Pero ¿qué podemos hacer cuando la ansiedad ya forma parte de cada día? ¿Cómo hacer para estar más tranquilos?

Para empezar, deberíamos estar dispuestos, de verdad, a identificar algunas cuestiones que podrían estar favoreciendo este proceso, cambiar algunos aspectos de nuestras vidas y de la manera en que tomamos nuestras decisiones y responsabilidades.

Resolvamos hoy mismo, por ejemplo, que algún día de esta próxima semana sea diferente. Elijamos una tarde (o una noche) para disfrutar y olvidarnos de problemas y responsabilidades, sean cuales fueren.

Me digo a mí mismo: la noche del jueves me voy a olvidar de los problemas como si no existieran, voy a salir a tomar una copa con tal o cual (elegir, por favor, alguien distendido y no un ansioso como nosotros o, en su defecto, un ansioso dispuesto a pasarla bien y reírse de sí mismo —y de mí, y de vos—, por una noche) con la promesa de dejar los problemas dentro de un paquete que no voy a abrir hasta la mañana siguiente.

¡A no tener miedo! Ninguna calamidad tiene por qué ocurrir por unas pocas horas que te olvides de las responsabilidades habituales. A la mañana siguiente ya vas a poder zambullirte de nuevo en tus ansiedades y temores..., al menos hasta que hayas aprendido

estábamos en el camino correcto. Y como la ansiedad y las fobias se alimentan en buena medida del miedo y la incertidumbre, el estímulo y las respuestas que este nuevo proceso terapéutico les ofrecía ya eran beneficiosos en sí mismos.

Hoy, merced a la gran difusión que ha tenido el tema en los medios, los pacientes llegan a la consulta con un diagnóstico realizado por ellos mismos o por otros profesionales de la salud. Diagnósticos que en muchos casos son correctos y en otros tantos, no y con frecuencia no se acompañan de la información adecuada acerca de los diferentes síntomas presentes. De este modo, el conocimiento del nombre de la enfermedad (pánico, ansiedad generalizada, fobia, etc), sin la información complementaria acerca de qué hacer con ella, acrecienta el malestar y el temor en lugar de aliviarlos. De estos hechos se desprende el principal objetivo del libro que tenés ahora en tus manos: transmitir información precisa, a la mayor cantidad posible de personas —ya se trate de quienes sufren de ansiedad o de profesionales del campo de la salud—, acerca de las herramientas verdaderamente útiles para la resolución de estos cuadros. Contamos, para ello, con el respaldo de una amplia experiencia obtenida mediante el tratamiento, a lo largo de todos estos años, de varios cientos de pacientes, la gran mayoría de los cuales puede hoy llevar adelante una vida normal, sin las limitaciones que imponen el temor o una ansiedad desmedida.

Ansiedad: ¿reacción normal o enfermedad?

Ansiedad, miedo y estrés: ¿son la misma cosa?

No. Si bien son términos que a menudo se utilizan para designar el mismo tipo de reacción, y, por otra parte, una reacción puede estar englobada dentro de la otra en algunas circunstancias, significan cosas diferentes. Llamamos estrés a la reacción por la cual el organismo se coloca en estado de máxima alerta, generando una serie de modificaciones psicofísicas (tensión muscular, taquicardia, atención aumentada, aceleración del ritmo respiratorio, etc.) para afrontar diferentes situaciones de demanda. La reacción suele ser la misma ante diferentes tipos de estresores (estresores = situaciones capaces de generar estrés). Es un tipo de reacción, más o menos primitiva, que compartimos con el resto de los integrantes del reino animal puesto que generalmente no participan áreas superiores de la corteza cerebral (que se encuentran solo en el cerebro humano).

Por ejemplo, si una persona está trabajando muchas horas con intensidad, sometida a una gran presión, es de esperar que con el correr de los días comience con una serie de síntomas, tales como aceleración de los latidos del corazón, contracturas musculares, nerviosismo, irritabilidad, dificultades para concentrarse, trastornos del sueño, etc. Todas esas manifestaciones ocurren como consecuencias del estrés y, entonces, el sujeto debería tomarse un descanso (vacaciones), para que, al suspender el estímulo que generó el estrés (la sobrecarga laboral), el funcionamiento del organismo vuelva a la normalidad. El miedo implica, en cambio, además de las manifestaciones corporales, un conjunto de comportamientos y emociones que se observan y experimentan cuando un organismo se enfrenta a situaciones de riesgo o amenaza. Es decir, aparecen cambios orientados a evitar la situación atemorizante o, si no hay escapatoria, enfrentarla.

Por ejemplo, vamos caminando en la noche por una vereda oscura. Un individuo que camina por la vereda de enfrente cruza hacia nosotros en actitud sospechosa. Nuestro corazón se acelera, la respiración se agita, quizá experimentemos una sensación de mareo o visión borrosa. Son señales, síntomas muy similares a los del estrés, provocados en ese contexto por el miedo, cuya función es que nos demos cuenta de que podríamos estar en peligro.

La ansiedad, por su parte, es un tipo de reacción bastante más evolucionada, que solo experimentan los humanos, puesto que implica pensamientos, comportamientos, reacciones fisiológicas y experiencias emocionales que presenta el hombre ante

efectos están dirigidos a preservar la vida frente a una amenaza, ya sea mediante la lucha física o el escape. Tanto en un caso como en otro, el organismo debe preparase con celeridad para un mayor rendimiento físico que le permita afrontar con éxito la situación de amenaza. Por lo tanto, el primer propósito de la ansiedad es proteger el organismo.

Para comprender mejor este mecanismo, será útil que recordemos el modo en que las diversas especies logran sobrevivir y abrirse paso a través de las edades. Cuando nuestros ancestros prehistóricos vivían en cavernas, resultaba vital que, al enfrentarse con algún peligro, tuviera lugar una respuesta automática que les facilitara una rápida entrada en acción (atacar o correr). Desde los trabajos de Charles Darwin entendemos la adaptación como la supervivencia del más apto. Es decir, de las diferentes especies sobreviven aquellas que logran desarrollar defensas, modos de alimentación, etc., que las ayuden a perdurar en el medio ambiente. Para ello, a través de períodos muy largos, las diferentes formas de vida van incorporando modificaciones de estructura o función. Si tales cambios resultan exitosos, sobrevivirán. Así como otros animales desarrollaron poderosos colmillos, garras y un instinto agresivo, o alas y capacidad de vuelo para asentar su hogar en las alturas, el hombre, a través de su evolución, desarrolló, entre otras cosas, la reacción de miedo.

Si bien estos recursos de defensa física (atacar, correr, huir) se comprenden mejor si los situamos en el contexto de la vida salvaje, en el mundo “civilizado” y convulsionado de hoy este mecanismo continúa resultando de utilidad. Solo imaginemos la situación de estar cruzando la calle, cuando de repente un auto acelera en nuestra dirección tocando bocina. Si no experimentásemos miedo en absoluto, podríamos resultar muertos. ¿Por qué? Porque la falta de alarma y de activación inmediata nos dejaría indefensos y a merced del peligro. Por suerte, lo más probable es que la respuesta de lucha/huida se produzca y podamos entonces salir del camino con rapidez para poder salvarnos.

La respuesta de lucha/huida genera cambios inmediatos en nuestro organismo, que nos permiten una mejor y más rápida respuesta física ante el peligro. De manera tal que el propósito del miedo (o respuesta de lucha/huida) no es dañarnos sino protegernos. Sería completamente absurdo que la naturaleza desarrollara un mecanismo para proteger el organismo y que, al hacerlo, lo dañara.

¿Cómo actúa la respuesta de lucha/huida?

¿Qué es el sistema nervioso autónomo?

Cuando alguna señal de peligro es percibida o anticipada, el cerebro envía mensajes a una parte de sus nervios llamado sistema nervioso autónomo (SNA). El SNA, como su nombre lo indica, funciona de manera autónoma, sin la intervención de nuestra voluntad.

Tiene dos ramas llamadas sistema nervioso simpático y sistema nervioso parasimpático, que son las encargadas del control de los niveles de energía del cuerpo y de la preparación para la acción.

Para decirlo de manera sencilla, el simpático activa la respuesta de lucha/huida que libera energía y predispone a la acción, mientras el parasimpático es el sistema restaurador que devuelve el cuerpo a su estado normal. Un punto importante es que el simpático tiende a ser un sistema de todo o nada. Esto es, que cuando está activado, todas sus partes responden. En otras palabras, se experimentan todos los síntomas o ninguno. Es raro que ocurran cambios en una sola parte del cuerpo. Esto podría explicar por qué la mayoría de los ataques de pánico involucran muchos síntomas y no solo uno o dos.

Uno de los mayores efectos del simpático es que libera dos sustancias químicas, llamadas adrenalina y noradrenalina. Cuando la actividad de estas sustancias comienza, en general continúa y aumenta durante un lapso. Sin embargo, es muy importante destacar que la actividad del simpático tiene un límite. Cuando el cuerpo “ya tiene suficiente” de la reacción de lucha/huida, se activa el parasimpático para llevar al cuerpo a un estado de relajación.

En otras palabras, la ansiedad no puede continuar eternamente, o hacer una espiral de continuo aumento hasta niveles que causen daño. El parasimpático es un sistema protector interno que impide que el simpático pueda seguir su curso sin control.

¿Por qué después del ataque de pánico me quedo ansioso

durante tanto rato?

Lo que sucede es que toma un tiempo que los mensajeros químicos adrenalina y noradrenalina sean destruidos. Por lo tanto, aun cuando el peligro haya pasado y tu sistema simpático haya detenido su respuesta, es probable que te sientas ansioso o aprehensivo por un tiempo, ya que las sustancias químicas permanecen aún circulando por tu organismo. Tenés que recordarte a vos mismo que esto es perfectamente natural e inofensivo. De hecho, la ansiedad remanente es también parte de la función adaptativa que tiene el hombre desde tiempos prehistóricos. En esas épocas salvajes (¡y también en estas!), el peligro con frecuencia retornaba, y era útil que el organismo estuviera todavía preparado para reactivar su respuesta de lucha/huida más rápidamente.

¿Por qué se acelera tanto y late tan fuerte el corazón?

La actividad del sistema nervioso simpático produce un aumento de la frecuencia

adaptativo/exitoso), o no existiríamos ya nosotros como especie. Estas son las razones por las cuales no se producen desmayos ni ahogos durante una verdadera crisis de pánico.

La respuesta de lucha/huida (o la crisis de pánico) se asocia a un aumento en la velocidad y profundidad de la respiración, lo cual es de gran importancia ya que los tejidos “activados” van a utilizar más oxígeno que el habitual. Sin embargo, ese necesario (y no peligroso, todo lo contrario) aumento de la respiración, suele generar sensación de falta de aire, ahogo o asfixia, y aun dolor o sensación de opresión en el pecho. A pesar del temor que puedan provocarnos tales sensaciones, no debemos olvidar (y es útil que nos lo repitamos una y otra vez a nosotros mismos, sobre todo en medio de las crisis) que esos cambios del ritmo respiratorio tienen el objeto de protegernos, de optimizar la respuesta de nuestro cuerpo frente al peligro.

¿Por qué la ansiedad me hace transpirar?

La activación de la respuesta de lucha/huida produce un aumento de la transpiración. De ese modo, la piel se vuelve más resbaladiza y difícil de agarrar por un atacante. Además, es una manera de eliminar calor y evitar el excesivo sobrecalentamiento que podría producirse con la acción.

Como vemos, más allá de las molestias que causa, el aumento de sudoración también está al servicio de nuestra reacción de defensa.

¿Qué otros cambios se producen en el cuerpo?

La activación del simpático produce una cantidad de otros efectos, ninguno de los cuales es peligroso.

Por ejemplo, las pupilas se dilatan para permitir que entre más luz, lo cual puede provocar visión borrosa o manchas o sombras frente a los ojos.

La salivación disminuye. El sistema digestivo reduce su actividad, lo que, con frecuencia, puede provocar náuseas, pesadez en el estómago y aun constipación.

Finalmente, muchos de los grupos musculares se activan en su preparación para la lucha/huida, y esto resulta en sensaciones subjetivas de tensión, que pueden incluso generar, en ocasiones, temblores y sacudidas musculares.

Sobre todo, la respuesta de lucha/huida resulta en una activación general de todo el metabolismo corporal. Es así como puede sentirse calor o rubor y, ya que este proceso consume mucha energía, inmediatamente después sobreviene, en general, un estado de agotamiento.

¿Por qué durante las crisis de pánico quiero salir corriendo de

donde esté o me da la sensación de estar atrapado?

Como se mencionó antes, la respuesta de lucha/huida prepara al cuerpo para la acción, ya sea para atacar o para correr. Es por eso que no debe sorprender que los impulsos intensos asociados a esta respuesta sean los de agresión y de deseo de escapar. Cuando esto no es posible (por represiones sociales) dichos impulsos son expresados con conductas tales como golpeteo con los pies o aceleración de la marcha. Sobre todo, los sentimientos son los de estar atrapado y necesitar escapar.

¿Es normal que no pueda concentrarme?

Es verdad que cuando estamos ansiosos o “panicosos” (como dicen nuestros pacientes) nos resulta muy difícil concentrarnos en las tareas cotidianas. Las personas con ansiedad intensa se quejan con frecuencia de que se distraen con facilidad de sus tareas, de que no se pueden concentrar, y de que tienen problemas con su memoria. No hay que olvidar que el objetivo número uno de la ansiedad es alertar al organismo acerca de la probable existencia de peligro. Por lo tanto, ocurre un inmediato desvío de la atención hacia la búsqueda de posibles amenazas circundantes.

¿Que son los trastornos de ansiedad?

Se llama así a una serie de trastornos (enfermedades) que tienen como síntoma en común la ansiedad patológica.

De acuerdo con la influencia de distintos factores (heredo-biológicos, traumas vividos, crianza, situaciones actuales estresantes, tipos de personalidad) la ansiedad patológica tomará diferentes formas o características, dando como resultado los cuadros conocidos como trastornos de ansiedad. Los desórdenes incluidos dentro de este grupo son:

  • trastorno de pánico;
  • agorafobia;
  • fobia social (trastorno de ansiedad social);
  • fobias específicas;
  • trastorno de ansiedad generalizada;
  • trastorno obsesivo compulsivo;
  • trastorno de estrés postraumático.
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Ansiedad, Estrés, Pánico y Fobias Pablo Resnik

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