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Resumen del texto Introducción al Narcisismo - 1914 (Editorial Amorrortu

Resumen del texto "Introducción al Narcisismo" de la Obras de Sigmund...
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Teoría Psicoanalítica I (T.Ps1)

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Introducción del narcisismo (1914) (Tomo XIV)

Prólogo :

en una reunión de la Sociedad Psicoanalítica de Viena, el 10 de noviembre de 1909, Freud declaró que el narcisismo era un estadio intermedio entre el autoerotismo y el amor de objeto (Freud, Pág. 67)

Es este uno de los escritos más importantes de Freud, y puede considerárselo como uno de los pivotes de la evo- lución de sus puntos de vista. Resume sus elucidaciones anteriores sobre el tema del narcisismo, y examina el lugar que corresponde a este último en el desarrollo sexual. Pero va mucho más allá, porque incursiona en el problema más pro- fundo de las relaciones entre el yo y los objetos externos, y traza la nueva distinción entre «libido yoica» y «libido de objeto». Además —y quizás esto sea lo más importante—, introduce los conceptos de «ideal del yo» y de la instancia de observación de sí vinculada con él, bases de lo que final- mente sería llamado el «superyó» (Freud, Pág. 67)

Capítulo I:

A modo de introducción:

El término narcisismo proviene de la descripción clínica y fue escogido por P. Nácke 1 en 1899 para designar aquella conducta por la cual un individuo da a su cuerpo propio un trato parecido al que daría al cuerpo de un objeto sexual; vale decir, lo mira con complacencia sexual, lo acaricia, lo mima, basta que gracias a estos manejos alcanza la satis- facción plena (Freud, Pág. 72)

Resultó después evidente a la observación psicoanalítica que rasgos aislados de esa conducta aparecen en muchas personas aquejadas por otras perturbaciones; así ocurre, según Sadger, entre los homosexuales. Por fin, surgió la conjetura de que una colocación de la libido definible como narcisismo podía entrar en cuenta en un radio más vasto y re- clamar su sitio dentro del desarrollo sexual regular del hombre (Freud, Pág. 72)

Desarrollo:

A la misma conjetura se llegó a partir de las dificultades que ofrecía el trabajo psicoanalítico en los neuróticos, pues pareció como si una conducta narcisista de esa índole constituyera en ellos una de las barreras con que se chocaba en el intento de mejorar su estado. El narcisismo, en este sentido, no sería una perversión, sino el complemento libidinoso del egoísmo inherente a la pulsión de autoconservación, de la que justificadamente se atribuye una dosis a todo ser vivo (Freud, Pág. 72)

Un motivo acuciante para considerar la imagen de un narcisismo primario y normal surgió a raíz del intento de incluir bajo la premisa de la teoría de la libido el cuadro de la dementia praecox (Kraepelin) o esquizofrenia (Bleuler). (Freud, Pág. 72)

Los enfermos que he propuesto designar «parafrénicos» muestran dos rasgos fundamentales de carácter: el delirio de grandeza y el extrañamiento de su interés respecto del mundo exterior (personas y cosas). Esta última alteración los hace inmunes al psicoanálisis (Freud, Pág. 73)

También el histérico y el neurótico obsesivo han resignado (hasta donde los afecta su enfermedad) el vínculo con la realidad. Pero el análisis muestra que en modo alguno

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han cancelado el vínculo erótico con personas y cosas. x4ún lo conservan en la fantasía; vale decir: han sustituido los objetos reales por objetos imaginarios de su recuerdo o los han mezclado con estos, por un lado; y por el otro, han renunciado a emprender las acciones motrices que les permitirían conseguir sus fines en esos objetos. A este estado de la libido debería aplicarse con exclusividad la expresión que Jung usa indiscriminadamente: introversión de la libido (Freud, Pág. 72)

  • Otro es el caso de los parafrénicos (paranoicos). Parecen haber retirado realmente su libido de las personas y cosas del mundo exterior, pero sin sustituirlas por otras en su fantasía. Y cuando esto último ocurre, parece ser algo secundario y corresponder a un intento de curación que quiere reconducir la libido al objeto (Freud, Pág. 72)
  • Surge esta pregunta: ¿Cuál es el destino de la libido sus- traída de los objetos en la esquizofrenia? El delirio de grandeza propio de estos estados nos indica aquí el camino. Sin duda, nació a expensas de la libido de objeto. La libido sus- traída del mundo exterior fue conducida al yo, y así surgió una conducta que podemos llamar narcisismo (Freud, Pág. 72)

Ahora bien, el delirio de grandeza no es por su parte una creación nueva, sino, como sabemos, la amplificación y el despliegue de un estado que ya antes había existido (narcisismo Primario). Así, nos vemos llevados a concebir el narcisismo que nace por replegamiento de las investiduras de objeto como un narcisismo secundario que se edifica sobre la base de otro, primario, oscurecido por múltiples influencias. (Freud, Pág. 73)

Un tercer aporte a esta extensión, legítima según creo, de la teoría de la libido lo proporcionan nuestras observaciones y concepciones sobre la vida anímica de los niños y de los pueblos primitivos. En estos últimos hallamos rasgos que, si se presentasen aislados, podrían imputarse al delirio de grandeza: una sobrestimación del poder de sus deseos y de sus actos psíquicos, la «omnipotencia de los pensamientos», una fe en la virtud ensalmadora de las palabras y una técnica dirigida al mundo exterior, la «magia» (Freud, Pág. 73)

Suponemos una actitud totalmente análoga frente al mundo exterior en los niños de nuestro tiempo cuyo desarrollo nos resulta mucho más impenetrable. Nos formamos así la imagen de una originaria investidura libidinal del yo, cedida después a los objetos; empero, considerada en su fondo, ella persiste, y es a las investiduras de objeto como el cuerpo de una ameba a los seudópodos que emite (Freud, Pág. 73)

Las emanaciones de esta libido, las investiduras de objeto, que pue- den ser emitidas y retiradas de nuevo, fueron las únicas que nos saltaron a la vista. Vemos también a grandes rasgos una oposición entre la libido yoica y la libido de objeto. Cuanto más gasta una, tanto más se empobrece la otra (Freud, Pág. 73)

En definitiva, concluimos, respecto de la diferenciación de las energías psíquicas, que al comienzo están juntas en el estado del narcisismo y son indiscernibles para nuestro análisis grueso, y sólo con la investidura de objeto se vuelve posible diferenciar una energía sexual, la libido, de una energía de las pulsiones yoicas (Freud, Pág. 74)

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cosas del mundo exterior que no se relacionen con su sufrimiento. Una observación más precisa nos enseña que, mientras sufre, también retira de sus objetos de amor el interés libidinal, cesa de amar. (Freud, Pág. 79)

Diríamos entonces: El enfermo retira sobre su yo sus investiduras libidinales para volver a enviarlas después de curarse (...) Libido e interés yoico tienen aquí el mismo destino y se vuelven otra vez indiscernibles. El notorio egoísmo del enfermo los recubre a ambos. Si hallamos esto tan trivial, es porque estamos ciertos de que en el mismo caso nos comportaríamos de idéntico modo. El decaimiento de la disposición a amar, aun la más intensa, por obra de perturbaciones corporales, su sustitución (Freud, Pág. 79)

2) La hipocondría : se exterioriza, al igual que la enfermedad orgánica, en sensaciones corporales penosas y dolorosas, y coincide también con ella por su efecto sobre la distribución de la libido. El hipocondríaco retira interés y libido —esta última de manera particularmente nítida— de los objetos del mundo exterior y los concentra sobre el órgano que le atarea. (Freud, Pág. 80)

En el sueño: A semejanza de la enfermedad, también el estado del dormir implica un retiro narcisista de las posiciones libidinales sobre la persona propia; más precisamente, sobre el exclusivo deseo de dormir. El egoísmo de los sueños calza bien en esta conexión. En ambos casos vemos, si no otra cosa, al menos ejemplos de alteraciones en la distribución de la libido a consecuencia de una alteración en el yo (Freud, Pág. 80)

tampoco en las otras neurosis faltan sensaciones corporales de carácter displacentero, comparables a las hipocondríacas (Freud, Pág. 80)

el modelo que conocemos de un órgano de sensibilidad dolorosa, que se altera de algún modo y a pesar de ello no está enfermo en el sentido habitual, son los genitales en su estado de excitación. En ese estado reciben aflujo sanguíneo, se hinchan, se humedecen y son sede de múltiples sensaciones. Llamemos a la actividad por la cual un lugar del cuerpo envía a la vida anímica estímulos de excitación sexual, su “erogenidad”, y si además reparamos en que, por las elucidaciones de la teoría sexual, estamos familiarizados hace mucho con la concepción de que algunos otros lugares del cuerpo “las zonas erógenas” podían subrogar a los genitales y comportarse de manera análoga a ellos,’’ sólo hemos de aventurar aquí un paso más. Podemos decidirnos a considerar la erogenidad como una propiedad general de todos los órganos, y ello nos autorizaría a hablar de su aumento o su disminución en una determinada parte del cuerpo (Freud, Pág. 81)

puede conjeturarse: la hipocondría es a la parafrenia, aproximadamente, lo que las otras neurosis actuales son a la histeria y a la neurosis obsesiva; vale decir, depende de la libido yoica, así como las otras dependen de la libido de objeto; la angustia hipocondríaca sería, del lado de la libido yoica, el correspondiente de la angustia neurótica. Además: Si ya estamos familiarizados con la idea de que el mecanismo de la contracción de la enfermedad y de la formación de síntoma en las neurosis de trasferencia (el pasaje de la introversión a la regresión) ha de conectarse con una estasis de la libido de objeto, podemos aproximarnos también a la imagen de una estasis de la libido yoica, vinculándola con los fenómenos de la hipocondría y de la parafrenia**. (Freud, Pág. 81 )**

¿Por qué una estasis así de la libido en el interior del yo se sentiría displacentera?

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Yo me contentaría con responder que el displacer en general es la expresión de un aumento de tensión y que, por tanto, aquí, como en otras partes, una cantidad del acontecer material es la que se traspone en la cualidad psíquica del displacer; como quiera que fuese, acaso lo decisivo para el desarrollo de displacer no sería la magnitud absoluta de ese proceso material, sino, más bien, una cierta función de esa magnitud absoluta (Freud, Pág. 82 )

¿En razón de qué se ve compelida la vida anímica a traspasar los límites del narcisismo y poner {setzen} la libido sobre objetos?

que esa necesidad sobreviene cuando la investidura {Beselzung} del yo con libido ha sobrepasado cierta medida. Un fuerte egoísmo preserva de enfermar, pero al final uno tiene que empezar a amar para no caer enfermo, y por fuerza enfermará si a consecuencia de una frustración no puede amar (Freud, Pág. 82 )

Hemos discernido a nuestro aparato anímico sobre todo como un medio que ha recibido el encargo de dominar excitaciones que en caso contrario provocarían sensaciones penosas o efectos patógenos. La elaboración psíquica presta un extraordinario servicio al desvío interno de excitaciones no susceptibles de descarga directa al exterior, o bien cuya des- carga directa sería indeseable por el momento. (Freud, Pág. 82)

Ahora bien, al principio es indiferente que ese procesamiento interno acontezca en objetos reales o en objetos imaginados. La diferencia se muestra después, cuando la vuelta de la libido sobre los objetos irreales (introversión) ha conducido a una estasis libidinal. (Freud, Pág. 83)

En las parafrenias, el delirio de grandeza permite esta clase de procesamiento de la libido devuelta al yo; quizá sólo después de frustrado ese delirio de grandeza, la estasis libidinal en el interior del yo se vuelve patógena y provoca el proceso de curación que se nos aparece como enfermedad. (Freud, Pág. 83)

Sitúo la diferencia entre estas afecciones y las neurosis de trasferencia en la siguiente circunstancia: en aquellas, la libido liberada por frustración no queda adscrita a los objetos en la fantasía, sino que se retira sobre el yo; el delirio de grandeza procura entonces el dominio psíquico de este volumen de libido, vale decir, es la operación psíquica equivalente a la introversión sobre las formaciones de la fantasía en las neurosis de trasferencia; de su frustración nace la hipocondría de la parafrenia (histeria), homologa a la angustia de las neurosis de trasferencia. Sabemos que esta angustia puede relevarse mediante una ulterior elaboración psíquica, a saber, mediante conversión, formación reactiva, formación protectora (fobia). En lugar de esto, en las parafrenias tenemos el intento de restitución, al que debemos las manifestaciones patológicas más llamativas. Puesto que la parafrenia a menudo (si no la mayoría de las veces) trae consigo un desasimiento meramente parcial de la libido respecto de los objetos, dentro de su cuadro pueden distinguirse tres grupos de manifestaciones:

  1. las de la normalidad conservada o la neurosis (manifestaciones residuales) (Freud, Pág. 83)

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En la Mujer: Diversa es la forma que presenta el desarrollo en el tipo más frecuente, y con probabilidad más puro y más genuino, de la mujer. Con el desarrollo puberal, por la conformación de los órganos sexuales femeninos hasta entonces latentes, parece sobrevenirle un acrecimiento del narcisismo originario; ese aumento es desfavorable a la constitución de un objeto de amor en toda la regla, dotado de sobrestimación sexual.

Cuando el desarrollo la hace hermosa, se establece en ella una complacencia consigo misma que la resarce de la atrofia que la sociedad le impone en materia de elección de objeto. Tales mujeres sólo se aman, en rigor, a sí mismas, con intensidad pareja a la del hombre que las ama. Su necesidad no se sacia amando, sino siendo amadas, y se prendan del hombre que Ies colma esa necesidad. (Freud, Pág. 85)

En efecto, con particular nitidez se evidencia que el narcisismo de una persona despliega gran atracción sobre aquellas otras que han desistido de la dimensión plena de su narcisismo propio y andan en requerimiento del amor de objeto; el atractivo del niño reside en buena parte en su narcisismo, en su complacencia consigo mismo y en su inaccesibilidad (Freud, Pág. 86 )

Aun para las mujeres narcisistas, las que permanecen frías hacia el hombre, hay un camino que lleva al pleno amor de objeto. En el hijo que dan a luz se les enfrenta una parte de su cuerpo propio como un objeto extraño al que ahora pueden brindar, desde el narcisismo, el pleno amor de objeto. Y todavía hay otras que no necesitan esperar el hijo para dar ese paso en el desarrollo desde el narcisismo (secundario) hasta el amor de objeto. Antes de la pubertad se han sentido varones y durante un tramo se desarrollaron (Freud, Pág. 86)

como tales; y después que esa aspiración quedó interrumpida por la maduración de la feminidad, les resta la capacidad de ansiar un ideal masculino que es en verdad la continuación del ser varonil que una vez fueron (Freud, Pág. 87)

Un sucinto panorama de los caminos para la elección de objeto nos sugeriría estas observaciones indicativas, se ama: (Freud, Pág. 87)

1) Según el tipo narcisista: ✓ A lo que uno mismo es (a sí mismo), ✓ A lo que uno mismo fue, ✓ A lo que uno querría ser, y ✓ A la persona que fue una parte del sí-mismo propio. 2) Según el tipo del apuntalamiento: ✓ A la mujer nutricia, y ✓ Al hombre protector

y a las personas sustitutivas que se alinean formando series en cada uno de esos caminos. El caso c del primer tipo sólo podrá justificarse mediante unas puntualizaciones que haremos después. (Freud, Pág. 87 )

La importancia de la elección narcisista de objeto para la homosexualidad del hombre es algo que nos queda para considerar en otro contexto (Freud, Pág. 87 )

El narcisismo primario que suponemos en el niño, y que contiene una de las premisas de nuestras teorías sobre la libido, es más difícil de asir por observación directa que de

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comprobar mediante una inferencia retrospectiva hecha desde otro punto. Si consideramos la actitud de padres tiernos hacia sus hijos, habremos de discernirla como renacimiento y reproducción del narcisismo propio, hace mucho abandonado. La sobrestimación, marca inequívoca que apreciamos como estigma narcisista ya en el caso de la elección de objeto, gobierna, como todos saben, este vínculo afectivo. Así prevalece una compulsión a atribuir al niño toda clase de perfecciones (para lo cual un observador desapasionado no descubriría motivo alguno) y a encubrir y olvidar todos sus defectos (lo cual mantiene estrecha relación con la desmentida de la sexualidad infantil) (Freud, Pág. 88 )

El niño debe tener mejor suerte que sus padres, no debe estar sometido a esas necesidades objetivas cuyo imperio en la vida hubo de reconocerse. Enfermedad, muerte, renuncia al goce, restricción de la voluntad propia no han de tener vigencia para el niño, las leyes de la naturaleza y de la sociedad han de cesar ante él, y realmente debe ser de nuevo el centro y el núcleo de la creación. (Freud, Pág. 88 )

His Majesty the Baby, como una vez nos creímos. Debe cumplir los sueños, los irrealizados deseos de sus padres; el varón será un grande hombre y un héroe en lugar del padre, y la niña se casará con un príncipe como tardía recompensa para la madre. El punto más espinoso del sistema narcisista, esa inmortalidad del yo que la fuerza de la realidad asedia duramente, ha ganado su seguridad refugiándose en el niño. El conmovedor amor parental, tan infantil en el fondo, no es otra cosa que el narcisismo redivivo de los padres, que en su trasmudación al amor de objeto revela inequívoca su prístina naturaleza. (Freud, Pág. 88 )

Capítulo III:

La indagación psicoanalítica, que nos habilitó para perseguir los destinos de las pulsiones libidinosas cuando, aisladas de las pulsiones yoicas, se encuentran en oposición a estas, nos permite en este ámbito unas inferencias retrospectivas a una época y a una situación psíquica en que ambas clases de pulsiones emergían como intereses narcisistas actuando todavía de consuno en unión inseparable. (Freud, Pág. 90 )

La observación del adulto normal muestra amortiguado el delirio de grandeza que una vez tuvo, y borrados los caracteres psíquicos desde los cuales hemos discernido su narcisismo infantil. ¿Qué se ha hecho de su libido yoica? ¿Debemos suponer que su monto íntegro se insumió en investiduras de objeto? (Freud, Pág. 90 )

Tenemos sabido que mociones pulsionales libidinosas sucumben al destino de la represión patógena cuando entran en conflicto con las representaciones culturales y éticas del individuo. (Freud, Pág. 90 )

La represión, hemos dicho, parte del yo; podríamos precisar: del respeto del yo por sí mismo. Las mismas impresiones y vivencias, los mismos impulsos y mociones de deseo que un hombre tolera o al menos procesa conscientemente, son desaprobados por otro con indignación total o ahogados ya antes que devengan conscientes. (Freud, Pág. 90 )

Podemos decir que uno ha erigido en el interior de sí un ideal por el cual mide su yo actual, mientras que en el otro falta esa formación de ideal. La formación de ideal sería, de parte del yo, la condición de la represión. (Freud, Pág. 90 )

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indeterminado e inabarcable, todas las otras personas del medio (los prójimos, la opinión pública). (Freud, Pág. 92 )

Grandes montos de una libido en esencia homosexual fueron así convocados para la formación del ideal narcisista del yo, y en su conservación encuentran drenaje y satisfacción. La institución de la conciencia moral fue en el fondo una encarnación de la crítica de los padres, primero, y después de la crítica de la sociedad, proceso semejante al que se repite en la génesis de una inclinación represiva nacida de una prohibición o un impedimento al comienzo externos (Freud, Pág. 93)

Ahora bien, la rebelión frente a esa instancia censuradora se debe a que la persona, en correspondencia con el carácter fundamental de la enfermedad, quiere desasirse de todas esas influencias, comenzando por la de sus padres, y retirar de ellas la libido homosexual. Su conciencia moral se le enfrenta entonces en una figuración regresiva como una intromisión hostil de fuera (Freud, Pág. 93)

Recordemos que, según hemos descubierto, la formación del sueño se origina bajo el imperio de una censura que constriñe a los pensamientos oníricos a desfigurarse. Ahora bien, no imaginamos esa censura como un poder particular, sino que escogimos esta expresión para designar un aspecto (Freud, Pág. 94 )

de las tendencias represoras que gobiernan al yo: su aspecto vuelto a los pensamientos oníricos. Si nos internamos más en la estructura del yo, podemos individualizar también al censor del sueño en el ideal del yo y en las exteriorizaciones dinámicas de la conciencia moral. Y si este censor mantiene además alguna vigilancia durante el dormir, comprenderemos que la premisa de su actividad, la observación de sí y la autocrítica, pueda contribuir al contenido del sueño con elementos como «ahora está demasiado adormilado para pensar», «ahora se despierta». (Freud, Pág. 94 )

Desde aquí podemos intentar la discusión del sentimiento de sí {Selbstgefühl} en la persona normal y en el neurótico. (Freud, Pág. 94 )

El sentimiento de sí se nos presenta en primer lugar como expresión del «grandor del yo», como tal, prescindiendo de su condición de compuesto {Zusammengesetzheit}. Todo lo que uno posee o ha alcanzado, cada resto del primitivo sentimiento de omnipotencia corroborado por la experiencia contribuye a incrementar el sentimiento de sí. (Freud, Pág. 94 )

Si introducimos nuestra diferenciación entre pulsiones sexuales y pulsiones yoicas, tendremos que admitir que el sentimiento de sí depende de manera particularmente estrecha de la libido narcisista. Para ello nos apoyamos en estos dos hechos fundamentales: en las parafrenias aquel aumenta, mientras que en las neurosis de trasferencia se rebaja; y en la vida amorosa, el no-ser-amado deprime el sentimiento de sí, mientras que el ser amado lo realza. Hemos indicado ya que el ser amado constituye la meta y la satisfacción en la elección narcisista de objeto. (Freud, Pág. 95 )

Además, es fácil observar que la investidura libidinal de los objetos no eleva el sentimiento de sí. La dependencia respecto del objeto amado tiene el efecto de rebajarlo; el que está enamorado está humillado. El que ama ha sacrificado, por así decir, un fragmento de su narcisismo y sólo puede restituírselo a trueque de ser-amado. En todos estos vínculos el

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sentimiento de sí parece guardar relación con el componente narcisista de la vida amorosa. (Freud, Pág. 95 )

La percepción de la impotencia, de la propia incapacidad para amar a consecuencia de perturbaciones anímicas o corporales, tiene un efecto muy deprimente sobre el sentimiento de sí. Según yo lo discierno, aquí ha de buscarse una de las fuentes de esos sentimientos de inferioridad que de tan buena gana proclaman los aquejados de neurosis de trasferencia. Empero, la fuente principal de este sentimiento está en el empobrecimiento del yo que es resultado de la enorme cuantía de las investiduras libidinales sustraídas de él, vale decir, del deterioro del yo por obra de las aspiraciones sexuales que han eludido el control. (Freud, Pág. 95 )

Las relaciones del sentimiento de sí con el erotismo (con las investiduras libidinosas de objeto) pueden exponerse en algunas fórmulas, de la siguiente manera: Hay que distinguir dos casos, según que las investiduras amorosas sean acordes con el yo o, al contrario, hayan experimentado una represión. (Freud, Pág. 96 )

En el primer caso (la aplicación de la libido de manera acorde con el yo), el amar es apreciado como cualquier otra función del yo. El amar en sí, como ansia y privación, rebaja la autoestima, mientras que ser-amado, hallar un objeto de amor, poseer al objeto amado, vuelven a elevarla. (Freud, Pág. 96 )

En el caso de la libido reprimida, la investidura de amor es sentida como grave reducción del yo, la satisfacción de amor es imposible, y el re-enriquecimiento del yo sólo se vuelve posible por el retiro de la libido de los objetos. El retroceso de la libido de objeto al yo, su mudanza en narcisismo, vuelve, por así decir, a figurar un amor dichoso, y por otra parte un amor dichoso real responde al estado primordial en que libido de objeto y libido yoica no eran diferenciables. (Freud, Pág. 96)

La importancia de este asunto y la imposibilidad de abarcarlo justificarán que agreguemos ahora algunos enunciados de manera más dispersa. (Freud, Pág. 96)

El desarrollo del yo consiste en un distanciamiento res- pecto del narcisismo primario y engendra una intensa aspiración a recobrarlo. Este distanciamiento acontece por me- dio del desplazamiento de la libido a un ideal del yo impuesto desde fuera; la satisfacción se obtiene mediante el cumplimiento de este ideal. (Freud, Pág. 96 )

Simultáneamente, el yo ha emitido las investiduras libidinosas de objeto. El yo se empobrece en favor de estas investiduras, así como del ideal del yo, y vuelve a enriquecerse por las satisfacciones de objeto y por el cumplimiento del ideal. (Freud, Pág. 97)

Una parte del sentimiento de sí es primaria, el residuo del narcisismo infantil; otra parte brota de la omnipotencia corroborada por la experiencia (el cumplimiento del ideal del yo), y una tercera, de la satisfacción de la libido de objeto. (Freud, Pág. 97 )

El ideal del yo ha impuesto difíciles condiciones a la satisfacción libidinal con los objetos, haciendo que su censor rechace por inconciliable una parte de ella. Donde no se ha desarrollado un ideal así, la aspiración sexual correspondiente ingresa inmodificada en la personalidad como perversión. Ser de nuevo, como en la infancia, su propio ideal,

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Teoría Psicoanalítica I - Resumen de Textos
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Introducción del narcisismo (1914) (Tomo XIV)
Prólogo:
en una reunión de la Sociedad Psicoanalítica de Viena, el 10 de noviembre de 1909,
Freud declaró que el narcisismo era un estadio intermedio entre el autoerotismo y el
amor de objeto (Freud, Pág. 67)
Es este uno de los escritos más importantes de Freud, y puede considerárselo como uno
de los pivotes de la evo- lución de sus puntos de vista. Resume sus elucidaciones anteriores
sobre el tema del narcisismo, y examina el lugar que corresponde a este último en el
desarrollo sexual. Pero va mucho más allá, porque incursiona en el problema más pro-
fundo de las relaciones entre el yo y los objetos externos, y traza la nueva distinción entre
«libido yoica» y «libido de objeto». Además y quizás esto sea lo s importante,
introduce los conceptos de «ideal del yo» y de la instancia de observación de sí vinculada
con él, bases de lo que final- mente sería llamado el «superyó» (Freud, Pág. 67)
Capítulo I:
A modo de introducción:
El término narcisismo proviene de la descripción clínica y fue escogido por P. Nácke 1 en
1899 para designar aquella conducta por la cual un individuo da a su cuerpo propio un
trato parecido al que daría al cuerpo de un objeto sexual; vale decir, lo mira con
complacencia sexual, lo acaricia, lo mima, basta que gracias a estos manejos alcanza la
satis- facción plena (Freud, Pág. 72)
Resultó después evidente a la observación psicoanalítica que rasgos aislados de esa
conducta aparecen en muchas personas aquejadas por otras perturbaciones; así ocurre,
según Sadger, entre los homosexuales. Por fin, surgió la conjetura de que una colocación
de la libido definible como narcisismo podía entrar en cuenta en un radio más vasto y re-
clamar su sitio dentro del desarrollo sexual regular del hombre (Freud, Pág. 72)
Desarrollo:
A la misma conjetura se llegó a partir de las dificultades que ofrecía el trabajo psicoanalítico
en los neuróticos, pues pareció como si una conducta narcisista de esa índole constituyera
en ellos una de las barreras con que se chocaba en el intento de mejorar su estado. El
narcisismo, en este sentido, no sería una perversión, sino el complemento libidinoso del
egoísmo inherente a la pulsión de autoconservación, de la que justificadamente se
atribuye una dosis a todo ser vivo (Freud, Pág. 72)
Un motivo acuciante para considerar la imagen de un narcisismo primario y normal surgió
a raíz del intento de incluir bajo la premisa de la teoría de la libido el cuadro de la dementia
praecox (Kraepelin) o esquizofrenia (Bleuler). (Freud, Pág. 72)
Los enfermos que he propuesto designar «parafrénicos» muestran dos rasgos
fundamentales de carácter: el delirio de grandeza y el extrañamiento de su interés respecto
del mundo exterior (personas y cosas). Esta última alteración los hace inmunes al
psicoanálisis (Freud, Pág. 73)
También el histérico y el neurótico obsesivo han resignado (hasta donde los afecta su
enfermedad) el vínculo con la realidad. Pero el análisis muestra que en modo alguno