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Los estudios socioculturales y la comunicación F Saintout

Critica de los estudios socioculturales en América Latina
Asignatura

Teoría de la comunicación

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Año académico: 2016/2017
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Florencia Saintout

Doctora en Ciencias Sociales (FLACSO). Profesora/ investigadora de la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata. Coordinadora del Grupo de Trabajo de Alaic Estudios Socioculturales y Comunicación. Publicaciones: “Jóvenes: el futuro llegó hace rato”, Facultad de Periodismo y Comunicación Social UNLP, Buenos Aires, 2006.“¿Y la recepción?, Balance crítico de los estudios sobre el público” (Ediciones CICUS, La Crujía), Coordinadora junto a Ferrante, Natalia, 2005. “Abrir la comunicación, tradición y movimiento en el campo académico”, Facultad de Periodismo y Comunicación Social UNLP, Buenos Aires, 2004. “Los estudios de recepción en América Latina”, Facultad de Periodismo y Comunicación Social, UNLP, Buenos Aires, 2003. Directora de la Revista académica “Oficios Terrestres” (FPyCS, UNLP). E-mail: florenciasaintout@yahoo.com

LOS ESTUDIOS SOCIOCULTURALES Y LA

COMUNICACIÓN: UN MAPA DESPLAZADO

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RESUMEN

Este artículo presenta un recorrido crítico por los llamados estudios socioculturales en América Latina en los últimos años con el objeto de dar cuenta de la configuración histórica de un desarrollo que el GT estudios socioculturales y comunicación de ALAIC ha asumido y promovido. La comunicación desde la cultura tiene en la región una larga historia y es así como en los entrados años noventa presenta: a) una definición de objetos y estrategias de conocimiento acordes con el desarrollo internacional; b) investigadores ubicados en el campo; c) inclusión de la problemática cultural/comunicacional como dimensión clave en las investigaciones de sociología y política urbana. El presente artículo aborda estas tres dimensiones del campo. PALABRAS CLAVE: ALAIC; GT; ESTUDIOS SOCIOCULTURALES Y COMUNICACIÓN; AMÉRICA LATINA.

ABSTRACT

This article examines the socio-cultural studies in Latin America in recent years. The purpose is to identify how they have developed under the wing of the ALAIC Socio-cultural and Communications Studies working group. From a cultural perspective, communication in the continent enjoys an extensive history to cover, in the late 1990s: a) a definition of objects and knowledge strategies according to international development; b) establishment of researchers in the field; c) incorporation of cultural/communicational issue as a key dimension in sociology and urban politics studies, all of which are reviewed in the present article. KEYWORDS: CULTURAL STUDIES; LATIN AMERICA; COMMUNICATIONS.

RESUMO

Este artigo apresenta um percurso crítico pelos chamados estudos socioculturais na América Latina nos últimos anos. O objetivo é dar conta da configuração histórica do desenvolvimento que o GT Estudos Socioculturais e Comunicação da ALAIC assumiu e promoveu. A comunicação desde a cultura tem na região uma extensa história e é assim apresentada nos anos 1990: a) uma definição de objetos e estratégias de conhecimento em acordo com o desenvolvimento internacional; b) pesquisadores localizados no campo; c) inclusão da problemática cultural/comunicacional como dimensão-chave nas investigações de sociologia e política urbana. O presente artigo aborda estas três dimensões do campo. PALAVRAS-CHAVE: ALAIC; GT; ESTUDOS SOCIOCULTURAIS E COMUNICAÇÃO; AMÉRICA LATINA.

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municación / cultura), lo que significó pensar la imposibilidad de un tratamiento por separado de ambos territorios (Shcmucler, 1984). Este despla- zamiento, como decíamos, se dio en medio de la denominada crisis de paradigmas en las ciencias sociales y en un contexto de retorno de las demo- cracias, luego de la profunda ruptura política y epistemológica en la investigación social provo- cada por las dictaduras militares. La comunicación dejó de ser una cuestión de técnica, de medios como instrumentos, para transformarse en dimensión constitutiva de las prácticas sociales. Pero también la noción de la cultura se entendió desde un desplazamiento o desbloqueo: no como mera reproducción, reflejo de las condiciones materiales de existencia, sino también como producción y recreación social del sentido. La cultura como esfera que unifica las esferas de la producción (la economía) y de las relaciones sociales (la política). Como el terreno donde se lucha por la hegemonía, es decir, por el poder de nombrar legítimamente las visiones y divisiones del mundo. Ubicar la comunicación en la cultura de la mano de las sospechas de la modernidad y de los relatos que la explicaban se conjugó, además, con otros dos movimientos centrales. Por un lado, con la crítica del poder, que permitió conceptua- lizarlo como relación y no sólo como imposición, relocalizando su problematización en la vida coti- diana. Esto dio lugar a la pregunta por la resisten- cia, por las tácticas del débil para reinventar los órdenes dominantes. Por otro lado, el movimien- to de la comunicación hacia la cultura se dio en medio de una crítica profunda al estructuralismo como paradigma hegemónico de interpretación de lo social, que anunciaba el “renacimiento de las emociones”, de la subjetividad largamente ex- cluida por las epistemes dominantes. En este enfoque la cultura no es sólo reflejo de relaciones materiales –comunicación/sociedad- o dimensión simbólica aislada de la conflicti-

vidad histórica –cultura/naturaleza-. La cultu- ra se entiende como dimensión significante de lo social, como arena de lucha por los sentidos legítimos que una comunidad da al mundo en que vive. Tiene entonces una doble dimensión: por un lado, como creación e innovación en las prácticas sociales; por otro, como terreno de do- minación y reproducción. Al cambiar las miradas, aparecieron nuevas refe- rencias para la investigación incorporándose una compleja red de vertientes teórico-metodológicas que fue constituyendo nuevos objetos de estudio: la llamada reflexión posmoderna, la sociología de la cultura de Pierre Bourdieu, las tácticas de la invención de Michell de Certeau, la Escuela de Constanza desde la crítica literaria, ciertas re- flexiones del feminismo... en fin, toda una biblio- grafía que permitió enunciar una ruptura con lo que se nombraba como los planteos mecanicistas y deterministas anteriores, ligados la mayor parte de las veces al estructural funcionalismo o a ciertas corrientes marxistas. Y cabe destacar que entre las vertientes que nutrieron las nuevas perspectivas, están también los llamados estudios culturales de Birmingham. En este contexto, los investigadores en comunicación latinoamericanos se “encuen- tran” con los trabajos de Cultural studies de Bir- mingham 1 : en primer lugar, con las investigacio- nes de Richard Hoggart, de Edward Thompson, de Raymond Williams, de Stuart Hall; para luego incorporar las investigaciones de aquellos que Ma- ttelart y Neveu situarán como terceras generacio- nes de los Cultural Studies 2.

1 No es que antes no se hubieran trabajado las reflexiones de Birming- ham. Ya en la Argentina, por ejemplo, Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano, a través de la revista Punto de Vista, habían incorporado las lecturas de Raymond Williams y de Richard Hoggart, especialmente. Pero estas lec- turas se habían hecho más en relación con la sociología de la literatura que con la problematización de la comunicación. Hay que mencionar la temprana incorporación de Hoggart a través de Jaime Rest 2 En este sentido es importante el aporte de Aníbal Ford a través de la colección por él dirigida en Amorrortu: Biblioteca de Comunicación, cultura y medios.

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Apropiaciones en América Latina Los llamados estudios culturales significaron herramientas básicas para pensar los medios como configuraciones culturales históricas, y la cultura, como aquello que designa la dimen- sión simbólica presente en todas las prácticas, afirmando su imbricación en lo económico y social, a la vez que creándose la posibilidad ana- lítica de distinguirla. Pero contrariamente a lo que plantean ciertas formas escolarizadas de enseñanza de la comu- nicación, este encuentro de los investigadores la- tinoamericanos con otras tradiciones no se hizo desde la nada, no se dio en el vacío, sino que se inscribió en una larga tradición de pensamiento que sobre la relación cultura / sociedad se venía trabajando en nuestro continente. A la hora de la “incorporación institucional” de los Cultural studies, ya se trabajaba especialmente un aspec- to clave desde esta perspectiva que tenía que ver con la problematización de las cultural popula- res (casi siempre bajo la forma de “lo popular”, “el pueblo”, las “clases dominadas”) en relación con la desigualdad y la diferencia hacedoras de lo social. Desde aquí se habían formulado mu- chas de las preguntas con respecto a las indus- trias culturales y existía un grupo de intelec- tuales que venía problematizando la lectura de las mismas desde una matriz cultural popular negada por las culturas dominantes, pero donde también se escondía un plus que abría la posibi- lidad de resistencia y transformación. Y quizás por eso también el encuentro fue tan rico (Ford, Rivera, Romano, 1985).

Luego del 11 de septiembre Ha habido innumerables críticas a la inscrip- ción de la comunicación en el territorio de los estudios culturales. Las más sólidas tuvieron que ver fundamentalmente con una utilización de corte culturalista, donde las dimensiones del poder se desdibujan, apareciendo la idea de que

los sentidos flotan en el aire sin ningún tipo de constricción material; donde las desigualdades son sólo diferencias desprendidas de todo tipo de anclaje histórico. Mucho se debe asociar esta condición al contexto neoliberal de producción y circulación de los saberes en las últimas déca- das, al cual en ocasiones los estudios culturales han sido perfectamente funcionales. A esta crí- tica, la más fuerte políticamente, se ha sumado la de la incorporación de los estudios culturales como moda, sin la necesaria reflexión espiste- mológica: la denuncia de la utilización de la etnografía como receta salvadora de toda situa- ción de investigación; la crítica a la ubicación bajo el “rubro” de Cultural studies de una diver- sidad enorme de tradiciones teóricas, muchas de las cuales, incluso, se contraponen entre sí; la sospecha de una carencia en la investigación empírica, etcétera. Pero, más allá de las críticas o justamente por- que fueron posibles estas críticas (la reflexibi- lidad sobre lo hecho es una de las condiciones vitales para la producción de conocimiento), podemos decir que en América Latina se han dado también usos absolutamente creativos de los Estudios culturales. Si como escribe Morley, “el lugar que ocupan y la importancia que ad- quieren los Cultural studies varían de un con- texto a otro, y se los debe vincular al carácter específico de formas locales de discurso político e intelectual en tanto cultura” (Morley, 1996), en América Latina no sólo se rompió con una posible lectura ortodoxa o doctrinal, sino que se produjeron planteamientos históricos / territo- riales de la cultura. En este sentido, cabe mencionar los trabajos de Jesús Martín-Barbero, donde se pregunta por la emergencia de lo popular en la cultura masiva de la modernidad latinoamericana, y de Néstor García Canclini sobre los modos com- plejos de existir de las culturas populares en el capitalismo. O las investigaciones sobre culturas

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la historia”, y que entonces el único orden posible es el existente, podemos pensar que a partir de ese momento algunas de los acuerdos que habían circulado con fuerza en el pensamiento social, y particularmente en el espacio de los estudios cul- turales, demandan un cuestionamiento. Básicamente, me refiero a los siguientes puntos: a) La hegemonía de las historias mínimas, an- clada en la suposición de que el sujeto se ha des- prendido de todo tipo de dimensión estructural. b) El enflaquecimiento de la problematización del poder, anclado en la idea de que el poder ha dejado de ser demoníaco y material para ser flui- do, ambulante, creativo y subjetivo, alimentando el abandono de la dimensión de clase para el aná- lisis y comprensión de la cultura. c) La celebración de la resistencia de los débi- les en sí misma que presupone el abandono de la subalternidad. La aceptación acrítica de que nuestras sociedades son sociedades de audiencias entendidas a partir de la lógica del consumo, sos- tenida en la naturalización de que el único orden posible es el del capitalismo de mercado.

La hegemonía de las historias mínimas En la últimas décadas el pensamiento social, y particularmente los llamados estudios cultura- les, han celebrado el fin de las totalidades, de la gran Historia, y su reemplazo por las historias mínimas. Las teorías de la multiculturalidad, de los fragmentos al infinito han sido resaltadas una y otra vez para describir los nuevos estatutos del mundo contemporáneo que se relamen en lo que Gruner (Gruner, 1998) ha llamado la “fetichiza- ción de los particularismos”: fragmentos que se juegan en sí mismos, sin ninguna referencia a marcos más amplios.

Sin embargo, cuando el mundo se divide “entre el bien y el mal”, cuando aparecen con contun- dencia las leyes del mercado como espacios tota- lizantes de las relaciones sociales, es que se hace necesario recordar que no existe el fragmentos si no es en relación a un universal. No hay particularidad que por definición no se oponga a alguna forma de universalidad, esencial o históricamente construida. Y no hay pensamiento crítico posible y eficaz que no empiece por interrogar las tensiones entre la particularidad y la universalidad que son, después de todo, las que definen a una cultura como tal en la era de la globalización. (Gruner, 1998).

Algunos han dicho de manera irónica que nunca existió un relato más grande que el de la muerte de los grandes relatos. Si en las últimas décadas los estudios culturales han asumido que estábamos ante el mundo de las pequeñas histo- rias, las otredades des/sujetadas, y la fiesta de los fragmentos, lo cierto es que si el espacio social no puede existir en el vacío, todas estas “pequeñas historias” han existido en el marco de la absoluta presencia de un capitalismo que no ha muerto ni desaparecido más allá de la desaparición sí de las estrategias de su análisis y/o denuncia. Y también es cierto que ha habido una tendencia en los es- tudios culturales a renunciar a pensar las articu- laciones histórico-sociales o político-económicas con las dimensiones culturales. Que han pecado de un cierto culturalismo de los fragmentos. Es así que una dimensión importantísima de las nuevas agendas tendrá que estar ligada a la problematización de los particularismos y sus articulaciones con las dimensiones estructurarles del capitalismo tardío.

En la últimas décadas el pensamiento social, y particularmente los

llamados estudios culturales, han celebrado el fin de las totalidades,

de la gran historia, y su reemplazo por las historias mínimas.

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Poder Las ideas de la microcapilaridad del poder liga- das a su reubicaciones en la vida cotidiana y en su no exterioridad a la subjetividad fueron claves en el campo de la comunicación y los estudios culturales. Pensar el poder como relación de co- municación abrió inmensas posibilidades de in- vestigación: las audiencias, los llamados nuevos movimientos sociales, las resistencias ligadas a las reivindicaciones étnicas, de género.. fin, una serie inmensa de problemáticas a las cuales este giro epistemológico dio lugar. Pero cabe decir que la ruptura en el orden del conocimiento ha sido también política. La exal- tación de las micro luchas ha venido de la mano de la ausencia de problematización, como decía en párrafos anteriores, de la existencia de una totalidad (no una totalidad cerrada, sino, a la manera en que han pensado Marx y Freud, por ejemplo, como una totalidad incompleta aparen- temente cerrada) capitalista. Y como si esto fue- ra poco, cada una de estas micro disidencias han sido pensada en sí mismas sin la pregunta por su articulación con otras luchas dentro del espacio social. Es así, que por ejemplo, las capacidades de crítica, de resistencia de las audiencias han sido construidas al margen de su relación con un sis- tema social estructurado, pero además, al margen de las resistencias llamadas de género, o de etnia, y ni qué hablar de la articulación con una dimen- sión de clase. En lugar de ver las resistencias de las audiencias como complementarias de otras resistencias o luchas, de habla de unas en reem- plazo de las otras. Vuelve a decir Gruner: Mientras tanto se pierde de vista el lugar constitutivo (es decir estructural, es decir, cómo no totalizador) que sigue teniendo para el sistema la diferencia entre propiedad y no propiedad de los medios de producción, la producción de plusvalía y la reproducción de esas relaciones que se estiman como desparecidas (Gruner, 2008, p).

Por otro lado, es también necesario decir que la apertura hacia una idea de un poder que crea, que ya no es demoníaco (y no solamente crea, sino que incluso se habla de una erótica del poder) posibi- lita preguntas novedosas e interesantes. Pensar el poder no en su dimensión represiva sino consti- tutiva de legitimidad, productiva de conocimiento que legitima la dominación abre un extraordina- rio campo de indagaciones para una teoría crítica de la cultura. Pero al mismo tiempo, también, ba- naliza la critica del poder, “culturiza” el poder, y le imprime un sello de olvido. No quiero decir que esto ya está en las nuevas teorías en torno al poder, pero estas son irrescindi- bles de las condiciones históricas de su recepción. Luego del 2001, luego de que se hicieran visibles, por ejemplo en la Argentina, las consecuencias nefastas de los modelos políticos y económicos implementados en la región basados en la celebra- ción del orden neoliberal existente como un orden casi natural, es muy complicado para la acción po- lítica, pero específicamente para la mirada episte- mológica, no ejercer una crítica del poder que no desande muchas de las rupturas pero que se deten- ga en la fuerza arrolladora de unos poderes que no están sólo en los microscópicos deseos de la vida cotidiana sino en grandes relaciones estructuradas históricamente. Tal vez sea necesario volver a po- ner en la agenda de investigación el escándalo de las ignominiosas consecuencias de unas relaciones de poder profundamente desiguales que no circu- lan todo el tiempo, de las que no se puede entrar y salir cuando a uno de se le da la gana..

Lo popular En el año 1983 se realiza el II Seminario sobre culturas populares de la comisión de comunica- ción de CLACSO. En este seminario un impor- tante grupo de intelectuales de América Latina se pregunta si es que los nuevos sectores subal- ternos tienen una cultura, una mirada propia del mundo. Esta es una pregunta posible de ser

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Pero quiero señalar cómo es que en los últimos años pareciera que lo popular comprendido des- de la subalternidad, marcado de manera siniestra por los procesos de exclusión, vuelve a emerger en las agendas. Que incluso es difícil pensar- lo desde el “optimismo de la voluntad” siquiera (en ocasiones es la imagen del Marqués de Sade, en la película Letras Prohibidas, cuando escribe con mierda las paredes de su encierro burlando –¿burlando?- a sus carceleros lo que más se acer- ca a su descripción) pero que está porque no ha desaparecido la dominación y no ha desparecido la subalternidad. Pero que a la vez necesita ser abordado de maneras complejas, más allá de las modas académicas (y claramente aquí me refiero a la incorporación acrítica de los llamados estudios poscoloniales y de la subalternidad). Que necesi- ta ser pensado desde la capacidad del desvío pero también, desde los mecanismos de reproducción de aquello que los silencia y los oprime. Volver sobre una agenda sintomáticamente rota, y volver a ella nuevos de memoria.

El agua sucia Finalmente, de manera muy sintética, señalo dos cuestiones para cerrar este artículo. La pri- mera, tiene que ver con la reconformación de la opción por los estudios socioculturales para pensar los procesos de comunicación en América Latina: por sus ricos recorridos, por la producti- vidad de sus usos, por la complejidad y urgencia

política de los problemas abordados. Pero junto es esto, la segunda cuestión que quiero señalar, es la necesidad de una revisión epistemológica y profundamente política de estos mismos reco- rridos. Es necesario para no estar siempre empe- zando de nuevo, una y otra vez, perdiéndonos en los cantos de sirenas, permanecer “amarrados” al barco, como Ulises, pero escuchando, abriendo los ojos, para poder tomar decisiones sobre las consecuencias de los caminos elegidos pero tam- bién sobre sus oportunidades.

En los últimos años, casi como una moda (las modas son sintomáticas, de ahí la necesidad de leerlas más allá de lo evidente) han aparecido re- visiones críticas e incluso demoledoras algunas de ellas de los estudios culturales, más y menos se- rias (Reynoso, 2000; Follari, 2002; Gruner, 1998, 2005; Moraña, 2000). No voy a detenerme aquí en su análisis: señalaré sólo que esto habla de un mo- vimiento de revisión que está sucediendo en la ac- tualidad. Y apelaré por último a la reconfirmación de la necesidad de esta revisión pero señalando también la importancia de, como diría Guinzburg, no tirar el bebé con el agua sucia de la tina.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

FOLLARI, Roberto, Teorías Débiles (para una crítica de la decons- trucción y de los estudios culturales), Rosario: Homo Sapiens, 2002. FORD, A; RIVERA, J.; ROMANO, E. Medios de comunicación y cul- tura popular, Buenos Aires: Legasa, 1985. GRÜNER, Eduardo, Estudios culturales. Reflexiones sobre el multi- culturalismo, Buenos Aires: Paidós, 1998. ______________. El fin de las pequeñas historias. De los estudios culturales al retorno (imposible) de lo trágico. Buenos Aires: Pai- dós, 2005.

MORAÑA, Mabel, Nuevas perspectivas desde/sobre América Latina: el desafío de los estudios culturales, Santiago de Chile: Cuarto Propio- Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, 2000. MORLEY, David, Televisión, audiencias y estudios culturales. Buenos Aires: Amorrortu, 1996. REYNOSO, Carlos, Apogeo y decadencia de los estudios culturales. Una visión antropológica. Buenos Aires: Gedisa, 2000. SCHMUCLER, Héctor Un proyecto de comunicación/cultura. Revis- tas de Comunicaciòn y Cultura, México, 1984.

(...) el campo de la comunicación rápidamente

van desapareciendo de la agenda las

problemáticas de la subalternidad y la resistencia,

o la posibilidad de la contrahegemonía.

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Florencia Saintout
Doctora en Ciencias Sociales (FLACSO). Profesora/
investigadora de la Facultad de Periodismo de la Universidad
Nacional de La Plata. Coordinadora del Grupo de
Trabajo de Alaic Estudios Socioculturales y Comunicación.
Publicaciones: “Jóvenes: el futuro llegó hace rato”, Facultad
de Periodismo y Comunicación Social UNLP, Buenos Aires,
2006.“¿Y la recepción?, Balance crítico de los estudios sobre
el público” (Ediciones CICUS, La Crujía), Coordinadora junto
a Ferrante, Natalia, 2005. “Abrir la comunicación, tradición y
movimiento en el campo académico”, Facultad de Periodismo
y Comunicación Social UNLP, Buenos Aires, 2004. “Los estudios
de recepción en América Latina”, Facultad de Periodismo y
Comunicación Social, UNLP, Buenos Aires, 2003. Directora de la
Revista académica “Oficios Terrestres” (FPyCS, UNLP).
E-mail: florenciasaintout@yahoo.com.ar
LOS ESTUDIOS SOCIOCULTURALES Y LA
COMUNICACIÓN: UN MAPA DESPLAZADO

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