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La filosofía del absurdo
Materia: Filosofía I (Filosofía)
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Universidad: Universidad Nacional Autónoma de México
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La filosofía del absurdo
Llamada en ocasiones absurdísimo, establece que los esfuerzos realizados por el ser humano para encontrar el
significado absoluto y predeterminado dentro del universo fracasarán finalmente debido a que no existe tal significado (al
menos en relación al hombre), caracterizándose así por su escepticismo en torno a los principios universales de la
existencia. Por ende, propugna que el significado de la existencia es la creación de un sentido particular puesto que la
vida es insignificante por sí misma, y que la inexistencia de un significado supremo de la vida humana es una situación
de regocijo y no de desolación, pues significa que cada individuo del género humano es libre para moldear su vida,
edificándose su propio porvenir.
Origen
Nace cuando el filósofo y escritor francés Albert Camus, partiendo del movimiento existencialista, se aparta de esa línea
filosófica al publicar su manuscrito El mito de Sísifo. También se relaciona con “El extranjero”, obra del mismo autor. La
filosofía del absurdo está vinculada al existencialismo, aunque no debe ser confundido con éste (hay quienes la
consideran un hipónimo de nihilista).
De acuerdo a la filosofía de Camus, los esfuerzos realizados por el ser humano para encontrar el significado dentro del
universo acabarán fracasando finalmente debido a que no existe tal significado (al menos en relación al hombre),
caracterizándose así por su escepticismo en torno a los principios de la existencia. Esta filosofía también postula que la
vida es algo insignificante, que no tiene más valor que el que nosotros le creamos. De esta forma, puede entenderse la
vida como un conjunto de repeticiones inútiles, vacías y carentes de sentido y significado, que se llevan a cabo más por
costumbre, tradición e inercia que por coherencia y lógica.
Las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial suministraron un ambiente social propicio para las visiones
absurdistas, especialmente en la devastada Francia.
Fundamentos Pareciera inevitable encontrar en la tendencia humana a fundamentar, el origen de la concepción de lo
absurdo. El hombre persigue constantemente el principio de razón. Nada es porque sí. Todo debe tener una causa o
motivo que lo justifique. En el pensamiento religioso, tal causa “eficiente” es Dios, que obra, en tal concepción, como un
artesano modelador y ordenador del cosmos. En la cosmovisión atea, tal expediente está vedado. Y de esta manera, el
universo y todos los entes, sea en su existencia o en su esencia, son sin un motivo, causa o porqué. Cuando la carencia
de esta justificación, que necesita la razón humana, se verifica, aparece la sensación del “sin sentido”, o, en otros
términos, del absurdo.
Hombre y absurdo
Podríamos decir, partiendo de lo que acabamos de señalar, que la categoría del absurdo es una incorporación que la
existencia humana y su específica racionalidad introducen en el mundo. Porque hay hombre hay necesidad de
racionalización de todo cuanto es. Si tal racionalización no se cumple en cualquier situación verificada, ésta queda sin
justificación. La no justificación no es aceptada por la razón y, por consiguiente, se habla entonces de absurdo. El
encadenamiento de causa-efecto es una necesidad de la razón, como filósofos de gigantesca talla han establecido. Lo
que pareciera imperioso preguntar, ahondando -precisamente de modo filosófico- en esta cuestión, es: “¿por qué es
imperioso que todo deba tener una causa?”. Cuando esta necesidad a la que el hombre se siente arrastrado de modo
natural se pone en tela de juicio, se desvanece la categoría de absurdidad de los seres y de un cosmos eterno o increado
y al mismo tiempo, desprovisto de fundamentos.
Los tiempos actuales nos están conduciendo nuevamente a revivir el absurdísimo como corriente filosófica
contemporánea, vemos tantas cosas inverosímiles difíciles de creer pero que están sucediendo, vemos como las
elecciones las ganan los que supuestamente no deberían de ganar, en las comisarías quedan detenidos los que ponen la
denuncia y los delincuentes son liberados olímpicamente, en los trabajos se premian a los que no hacen nada, a los
haraganes a los que buscan un pretexto para no hacer nada. El largo brazo de la ley se entretiene juzgando a los
inocentes, inventando pruebas y delitos para inculpar a los demás, los que caminan rectamente son denunciados por ser
muy rectos y perjudican a los insolentes. Las palomas disparan a las escopetas, los que quieren hacer las cosas bien son
mal vistos por hacerlas bien y los hacen pagar por trabajar y hacer las cosas bien. Siempre hay alguien que te está
observando y esperando que tropieces para regocijarse y alegrarse de tu desgracia. El problema radica en que cuando
se instala la corrupción como modus vivendi, como norma y comportamiento normal, entonces entramos al maravilloso
mundo de lo absurdo. Ya no esperes ni te sorprendas de que las cosas caminen patas arriba.