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EL Abencerraje Y LA Hermosa Jarifa ( Anonimo)

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Asignatura

Ciencia del cuidado de enfermeria (0306)

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Año académico: 2015/2016
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Universidad César Vallejo

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EL ABENCERRAJE Y LA HERMOSA JARIFA

AUTOR ANÓNIMO

Flor de romances, escogida entre los de Abindarráez, Jarifa y Rodrigo de Narváez

ROMANCES

1

Rodrigo de Narváez guarda la frontera

En el tiempo que reinaba el Infante don Fernando, que del reino de Aragón fue después Rey coronado,

en España residía un caballero esforzado, que Rodrigo de Narváez fue de su nombre llamado,

que a todos los de su tiempo en valor se ha aventajado; y entre las cosas que hizo adonde más le ha mostrado,

fue cuando ganó a Antequera el Infante ya nombrado; y ansí, de Alora y de ella por alcaide le han dejado,

donde estuvo mucho tiempo con algunos hijosdalgo, muy valerosas empresas contra moros acabando.

Pues como la ociosidad nunca en ellos ha reinado, saliéronse nueve juntos

una noche del verano,

del murmurar de los vientos apacible convidados, y de la luz de la luna a la salida incitando,

por ver si tienen descuido los de su bando contrario, o si sale alguno de ellos en la noche confiado [...]

2

Cabalgata nocturna, bajo la luna, de Rodrigo de Narváez y los suyos

Al campo sale Narváez, vasallo del Rey de España y alcaide de Antequera, con ilustre cabalgada;

todos a punto de guerra, de gran nombradía y fama, salen por topar los moros haciendo alguna emboscada:

La media noche sería y la tierra en silencio estaba. Narváez se sube al otero, de allí la luna miraba;

tan clara estaba y serena, que de vella se admiraba. La noche parece día, según el cielo mostraba;

el camino por do iban en dos caminos se aparta [...]

3

Abindarráez, vistosamente ataviado y con ricas armas, sale por la noche en

la guarnición es de oro; la vaina, de perlería.

Una adarga ante sus pechos, de fuerte piel granadina, a la morisca labrada; una luna por divisa;

lleva el brazo arremangado que muy fuerte parescía; una lanza con dos hierros, que veinte palmos tenía;

con aquel brazo herculeo fuertemente la blandía. Rica toca en su cabeza, que tunecí se decía;

con las vueltas que le daba, de armadura le servía, con rapacejos colgando, de oro de Alejandría.

Parecía el moro fuerte un Héctor en valentía; iba en todo tan lozano, y tan lleno de alegría, que con una voz graciosa aqueste cantar decía:

En Granada fui nacido de una mora de valía, y en Cartama fui criado por triste ventura mía.

Tengo dentro de Coín las cosas que más quería, que es mi bien y mi señora, la muy graciosa jarifa.

Hora voy por su mandado, do muy presto la vería, si le placiere a Mahoma, antes que amanezca el día.

Con tanta gracia cantaba, porque en todo la tenía, que a un triste corazón bastaba a dar alegría [...]

4

En este romance se trata de la desgracia en que cayeron los Abencerrajes como consecuencia de las habladurías propaladas por sus enemigos en la Corte de Granada, causa del destierro de Abindarráez a la frontera, cuando era niño

Caballeros granadinos, aunque moros, hijos dalgo, con envidiosos intentos al rey moro van hablando,

viendo que los favorece todo el granadino estado, hombres, niños y mujeres, caballeros y villanos;

dicen que los Bencerrajes, linaje noble, afamado, procuran dalle la muerte para gozar su reinado.

5

Otro romance sobre la desgracia de la familia de los Abencerrajes

En las torres del Alhambra sonaba gran vocería y en la ciudad de Granada grande llanto se hacía, porque sin razón el Rey hizo degollar un día treinta y seis Abencerrajes nobles y de gran valía, a quien Cegrís y Gomeles acusan de alevosía.

le regalaba y servía.

Y solos por los jardines se andaban de noche y día, cogiendo de entre las flores la que mejor parecía. Si Abindarráez cantaba, Jarifa le respondía, y si acaso estaba triste, Jarifa se entristecía.

Y estando una madrugada, ya que la aurora salía, sentados junto a una fuente que el agua dulce corría, Jarifa de Abindarráez muchas veces se retira, y aunque muestra rostro alegre, no burla como solía; antes de muy congojada en mirándole sospira, y el valiente Abindarráez mucha tristeza sentía.

Y con la voz amorosa le pregunta qué tenía. Jarifa como discreta sospirando respondía: ?¡Ay, Abindarráez querido, ay, alma del alma mía! ¡Cómo se nos va apartando el contento y alegría!

Que a mi padre oí anoche, fingiendo estar yo dormida, que hermandad ni parentesco entre nosotros no había; y que de aquesta frontera el rey, alcaide os hacía, y que mi padre en Coín quiere el rey que asista y viva; y pues oí el desengaño en que engañada vivía, siendo mi gloria tan breve ¿cómo podré tener vida?

Y estando los dos amantes en su triste despedida, llega a Abindarráez un paje a pedille las albricias.

7

Romance de la carta de amor que escribe el Abencerraje a Jarifa instándole a que le mande llamar

A ti, la hermosa Jarifa, Abindarráez salud envía, el cual sin ella y sin ti esta carta te escribía.

Mil veces dejé la pluma y dejada la tenía; el esfuerzo me animaba, el temor me combatía.

En esto el atrevimiento que te escribiese, decía; el temor, ya despedido, el amor me dio osadía.

Lo que te escribo, señora, corazón y vida mía, es que te acuerdes de mí, cual salí de gallardía en la vega de Granada vestido de tu divisa;

y lo que más te agradezco, Jarifa, en cuanto podía, de saber cuán bien celaste con Fátima, tu querida, nuestros secretos amores, como discreta entendida.

Lo que al presente suplico con amor y cortesía es que cumplas tu palabra como de ti se confía,

9

Romance de los temores del Abencerraje esperando la carta de Jarifa y la llegada del mensajero con la misiva de amor

El postrero Abencerraje que Abindarráez se llamaba, teniendo por el rey Chico la alcaidía de Cartama,

ninguna noche duerme ni de día sosegaba viéndose tan apartado del contento de su alma,

porque su amada Jarifa allá en Coín, donde estaba, témese que no le olvide, siendo de otro festejada;

que aunque estaba bien fiado, siempre teme su mudanza, porque mudanza en mujer es cosa muy ordinaria,

cuantimás que en larga ausencia ninguna paciencia abasta.

Y con este pensamiento grandes congojas pasaba, mas todo es bien empleado.

Pues tan bien se le pasaba, que estando el Abencerraje asomado a una ventana, mirando hacia aquella parte donde su señora estaba,

que este era el mayor regalo que para su mal hallaba, diciendo: "¡Dichosa tierra, pues que deseo alabada,

que tienes la flor del mundo, y la más hermosa dama de todas cuantas han sido ni serán según su fama!";

vio venir un escudero que a gran priesa caminaba, con una carta en la mano, y hacia él enderezaba.

El moro cuando le vido su corazón se alteraba, porque no sabe quién fuese ni para qué le buscaba, y en llegando el escudero de rodillas se hincaba, y la carta que traía en su mano se le daba;

y aunque no vio sobre escripto no quiso preguntar nada, mas en habiéndola abierto la color se le mudaba,

porque vio en la cortesía que era letra de su dama, que a dar fin a sus amores le envía a decir que vaya.

10

Lope de Vega cuenta, por medio de un romance en boca de Abindarráez, cómo Don Rodrigo rindió al moro cuando este iba camino de sus bodas Abindarráez a Jarifa

Llegó a Cartama Celindo con tu carta cuando estaba el sol inclinado al Sur, pardo y triste, y no sin causa.

Leíla, beséla y dile albricias de mi esperanza, que se perdió en el ausencia después de llena de canas.

Este fue el alcaide fuerte, si sabes su nombre y fama, que es de Alora y Antequera, y estaba puesto en celada.

Apartó sus caballeros desafióme a batalla como caballero fuerte, cuerpo a cuerpo en la campaña.

Como era fuerza, acetéle y ansí con la luna clara comenzamos nuestra guerra jugando las fuertes lanzas.

Y pues al fin me venció. No me alabo; decir basta que tenía tres heridas en brazo, muslo y espaldas.

No me las dieron huyendo pero quien con diez batalla, también sospecho que tiene en las espaldas la cara.

Don Rodrigo de Narváez, que así el alcaide se llama, me prendió, y llevaba a Alora de sus diez hombres en guarda,

cuando, viendo mi tristeza, si le contaba la causa, me prometió dar remedio y ansí fue justo contarla:

Que hizo el cristiano conmigo esta gentileza extraña, con sólo mi juramento, porque le di la palabra

que dentro el día tercero volvería a Alora sin falta a ser su preso y cautivo. Mira si es justo quebrarla.

Y mira, mi bien, si debo llorar mi suerte contraria, pues le he de llevar el cuerpo de quien tú tienes el alma.

11

El Abencerraje cuenta a don Rodrigo, camino de la prisión, después de la derrota, sus amores con Jarifa; en este fragmento de romance le refiere su juventud hasta que supo que la mora no era su hermana

Cuando yo nascí, cuitado, luego mi padre me envía para que criado fuese en Cartama aquesa villa.

Encargárame al Alcaide, que mi padre lo tenía por grande amigo, y lo era, y en las obras parecía, pues con una hija sola me criaba y le servía.

Ella me llamaba hermano, yo a ella hermana mía; como hermanos muy amados pasábamos nuestra vida.

El amor entre los dos diferencia no hacía; como su hermano me amaba, yo por hermana tenía.

Tanto cresció en hermosura, que par a ella no había. Vila una vez en la fuente que en nuestro jardín corría,

peinándose los cabellos como oro de Alejandría. A la hermosa Salmasis en belleza parescía.

Solo va en medio de todos los que el alcalde llevaba, muy triste y muy pensativo, y la cabeza abajada.

Suspira de rato en rato, y entre sí él se quejaba: ?¿Hasta cuándo, di, fortuna, has de estar conmigo airada?

Acaba ya, si quisieres; mira que no ganas nada, que no es honra en cuerpo muerto, como dicen, dar lanzada.

Jarifa, señora mía, mal nos fue en esta batalla, pues tú pierdes tu cautivo, yo mi gloria deseada.

No esperes, porque si esperas estarás desesperada, esperando a quien no espera, que se acabó su esperanza.

¡Ay de mí, triste cautivo, ay, que el alma se me arranca! Diciendo esto dio un suspiro, y los ojos se alimpiaba.

El alcaide, que es discreto, y la noche hacía clara, iba notando del moro la tristeza que llevaba,

y apartándole a una parte, supo de él toda la causa; y al punto le dio licencia con que le diese palabra

de volver a su prisión, esta ventura acabada; y el moro se fue contento adonde Jarifa estaba.

13

En el curso de la novela de los amores de Geminandro y Laura, un personaje canta el romance de la soledad de Jarifa mientras espera a su enamorado; sigue otro en el que se canta el gozo del encuentro entre los enamorados moros; y otro más sobre la vuelta de Abindarráez y Jarifa al castillo de Rodrigo de Narváez

[...] y después de ya el suntuoso y rico banquete acabado, pidió Laura a Pinela tocase el instrumento y cantase alguna historia de cristiano o moro. A quien Pinela respondió diciendo que de cristiano no tenía cosa al presente de gusto, pero que sí tenía de moro enamorado, cuya historia, aunque antigua, la tenía sacada a lo nuevo; así, veniendo en ello Geminandro, y templando el instrumento, comenzó a requebrar la soledad de Jarifa en suave canto:

Triste, pensativa y sola está la bella Jarifa, temerosa de perder al Bencerraje, su vida.

Debajo está de un jazmín, en un jardín retraída, de celos y pensamientos el alma y fe combatida.

Siente que el plazo se pasa y teme que se retira el Abindarráez de verla por mudanza o por desdicha.

Aflígela su sospecha y el esperar la fatiga, porque el firme amor, si espera, siente cualquier niñería.

Con la memoria y los ojos un solo camino mira, y por corazón y boca al Abindarráez suspira.

Teme la lanza cristiana que don Fernando tenía en el castillo de Alora,

ella: "mi ser y regalo"; él la llama: "mi señora"; ella: "mi señor y amado".

Que cuando es amor de tempre, es con los suyos tan franco, que con placeres de un día, paga pesares de un año.

Pero como viene herido, y cautivo de un cristiano, no sabe si lo descubra o si lo tenga callado.

Al "sí" le fuerza el se ver de su palabra obligado, mas el dar pena en Jarifa, al "no" le está convidando.

Pero descúbrelo el rostro, que ya le tiene turbado, porque están juntos en él amor y fe batallando.

Habla en Jarifa su celo y pide el por qué celado vive, suspenso y cuidoso, triste, presente y mudado.

Rompen silencio en el moro amor, temor y mandado, y responde con suspiro refiriendo el qué del caso:

"Ajeno de imaginar insistiera mi contrario, en resistir mi penar a talle de batallar, partí anoche solitario.

Intención sólo guiaba a ver tu dulce presencia pero fortuna que agrava me ofreció batalla brava cristiana, mas con clemencia.

De Alora ciertos guerreros con Rodrigo de Narváez en granadinos ligeros salieron [a] Abindarráez, armados de caballeros.

La sobrevista mirando, vieron en mí que era moro, y cinco que eran de bando me acometieron volando agraviando su decoro.

Señaláronse en rencuentro con la fuerza de su langa, pero no hicieron mudanza en el corazón, que dentro gozaba de tu esperanza.

Ora la suerte quisiese, ora su corta ventura, o el sitio de la espesura, no hubo alguno que me hiriese, ni falsease la armadura.

Doblóseles fuerza en verme en la cruel liga metido, y pretendiendo prenderme, vieron tan bien defenderme que temieron su partido.

Nascióles de este temor corazón para llamar al alcaide, su tutor, de cuya fuerza y valor te puedes asegurar.

León se mostró en la guerra hasta que me vio rendido, pero rendido y en tierra, fue tan noble y comedido, que su término me atierra.

Orgulloso y de guerrero por armas quiso rendirme,

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Narváez
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Rodrigo de Narváez guarda la frontera
En el tiempo que reinaba
el Infante don Fernando,
que del reino de Aragón
fue después Rey coronado,
en España residía
un caballero esforzado,
que Rodrigo de Narváez
fue de su nombre llamado,
que a todos los de su tiempo
en valor se ha aventajado;
y entre las cosas que hizo
adonde más le ha mostrado,
fue cuando ganó a Antequera
el Infante ya nombrado;
y ansí, de Alora y de ella
por alcaide le han dejado,
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